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En el presente monográfico realizamos una cala en las interrelaciones entre arte y literatura en los Siglos de Oro. Es de vital importancia entender y explicar el trasvase artístico que se produce en este periodo de máximo esplendor en todas las artes.
En la preparación experta de las oposiciones de lengua y literatura es este un aspecto fundamental que no podemos pasar por alto, pues nos permite explicar el hecho artístico desde una perspectiva semiótica, siempre más abarcadora y comprehensiva.
El culto a la personalidad: la pintura de retratos
Una de las características del Humanismo, en lo que se refiere a las relaciones entre arte y literatura, fue la consideración de la cultura y, por ende, de lo artístico, como distintivo de prestigio social. Tras largos siglos de encierro y reclusión, la cultura sale de los monasterios y es en este momento en que artistas, pensadores y científicos empiezan a formar una clase social que revaloriza la capacidad personal y el esfuerzo individual que los facultó de una gran seguridad para acometer las empresas más difíciles. La fuerza, seguridad y confianza del nuevo hombre renacentista favoreció el culto a la personalidad que en el arte y en la literatura se plasmó en la importancia que adquirió la pintura de retratos.
El artista, por vez primera, trató de reflejar en el lienzo la personalidad y el carácter del retratado porque entendía que lo más valioso era su singularidad y el rostro era lo que mejor lo expresaba. En ocasiones también el modelo se mostraba rodeado de símbolos o emblemas que expresaban, de forma hermética o explícita, la profesión, cultura y gustos del retratado. Nobles, artistas, artesanos y gentes anónimas de todas las edades fueron inmortalizados por los grandes creadores (Botticelli, Ghirlandaio, Rafael, Leonardo, Andrea del Castagno, Ucello. Piero di Cosimo, Filippo Lippi, Mantegna, Jan Van Eyck, Memling, A. de Messina, Tiziano). Incluso se hicieron muy habituales los autorretratos (L. B. Alberti, Botticelli. Durero, Parmigiano, Rafael), hecho que ha permitido reconstruir las historias humanas de muchos artistas.

La recreación artística de la naturaleza
En el primer Siglo de Oro, la gran afición de Felipe II a coleccionar pinturas contribuyó a fomentar las relaciones entre pintura y literatura. La antigua idea del Deus-pictor se actualiza y la naturaleza vuelve a resultar la mejor pintura y Dios el mejor pintor. El lenguaje toma los términos de la pintura y de la técnica artística. Se reiteran vocablos de los pintores como imagen, lejos, cerca, sombras, luz, rasgos, matices, bulto, buril, rasguños, borrones, dibujar… Son muy frecuentes las alusiones a objetos relacionados con la pintura y sus utensilios, así como las diferentes formas, técnicas y usos sociales de la época. Todo este bagaje pictórico alterna con creaciones de la naturaleza, captada en diferentes momentos. En el teatro, las fuentes y el baño de la mujer ocupan gran cantidad de escenas dramáticas.
Dramaturgos, poetas y pintores compartían unos mismos intereses. Puede decirse que todos los dramaturgos utilizan el verbo “pintar” en lugar de describir. Son abundantes las pinturas de paisajes, pero tiene especial relieve la pintura de jardines por ser un espacio relacionado con la mujer y el amor, temas preferidos de la literatura. Los jardines y las fuentes, recuerdos vivos de las diosas de la belleza, se convierten en espacios de recreación, que, desde Felipe II, contaban con una gran tradición en nuestro país.
La naturaleza: arte y pintura al servicio de la espiritualidad y la armonía
En las conexiones entre arte y literatura, la Naturaleza, objeto de estudio para la ciencia, se convirtió en el elemento principal de todas las artes. Se utilizó como modelo ideal, armónico y equilibrado, al que el hombre debía imitar, y el lugar más apropiado para conseguir la felicidad. Unas veces la Naturaleza está vista solamente desde la perspectiva pagana, pero otras se presenta con todas sus cualidades espirituales de acuerdo con su origen divino. Con el tópico del Deus-pictor se justifica la perfección del cosmos como gran obra divina y las artes mostraron con orgullo el desnudo del hombre ( Miguel Ángel, Botticelli).
No puede decirse que hubiera una única tendencia en arte. Procedente de la visión empirista de la Naturaleza, se desarrolló una tendencia realista, basada en la imitatio, mientras que de acuerdo con el neoplatonismo esa misma Naturaleza se mostró idealizada. El tópico horaciano del beatus ille cobró nueva actualidad para mostrar la felicidad del hombre en esa Naturaleza pintada por Dios. La arquitectura desarrolló la evolución del gótico al plateresco para culminar con el purismo y la vuelta a la sencillez, representada en el monasterio de El Escorial.

El retrato de la dama: la idealización neoplatónica
En cuanto a los retratos de damas, pocos son los que hacen justicia al original, puesto que se inspiraban en la espiritualidad neoplatónica, por cuanto la luz constituye su elemento fundamental. Aunque los pintores se esforzaran por hacer copias de los originales, resultaba imposible conseguir colores para un rostro convertido en objeto amoroso. Toda la estética neoplatónica se pone al servicio de la idealización femenina. En el Barroco, esta estética cobra nueva forma en la pintura, la poesía y el teatro. Luz, blancura y carmín, además del oro, manifiestan la sensualidad, atracción y la idealización del rostro femenino desde Botticelli y que podían aplicarse tanto a la Virgen como a la Venus pagana. Las Venus de Rubens y Tiziano se convierten en los modelos preferidos. La misma idealización de la dama que se aprecia en los textos literarios del Renacimiento.
La pluma y el pincel
Decía Leonardo Da Vinci que el artista “debe racionalizar consigo mismo, eligiendo las partes más excelentes de todas las cosas que ve, haciendo como el espejo que se transmite en tantos colores como se le ponen delante y de esta manera parecerá una segunda naturaleza”. El aserto no dista del que la obra literaria pretende cuando busca una segunda naturaleza a las cosas.
La pluma y el pincel son dos instrumentos muy similares. En ocasiones pueden servir para el mismo fin. El calígrafo Pedro de Morante hacía retratos con la pluma sin levantarla del papel en un trazo continuo y seguido, como el retrato de Felipe IV a caballo. Quevedo le dedicó el soneto: “Al retrato del Rey Nuestro Señor hecho de rasgos y lazos, con pluma, por Pedro Morante”
Bien con argucia rara y generosa
de rasgos, vence el único Morante
los pinceles de Apeles y Timante;
bien vuela así su pluma victoriosa.Vive en imitación maravillosa,
grande Filipo, augusto tu semblante,
y, laberinto mudo, si elegante,
la tinta anima en semejanza hermosa.Propiamente retratan tu belleza
lazos, pues que son lazos tus facciones
a Venus, como a Marte tu grandeza.Tus ejércitos, naves y legiones
lazos son de tu inmensa fortaleza,
en que cierran los mares y naciones.
En la mejor historia de nuestras letras son muy numerosos los casos de poetas pintores y pintores poetas. Podemos apuntar el caso de Picasso, que también escribía o de poetas como Lorca o Alberti que combinaban ambas manifestaciones en su creación artística. Es en estos momentos cuando también cobra especial relieve la literatura escrita por mujeres.
Antigua relación entre las artes
El parangón histórico-literario entre pintura y literatura arroja planteamientos estéticos que se remontan a la antigüedad grecolatina y se trasvasan hasta el presente. La famosa frase del maestro Horacio: “Ut pictura poesis” (así como la pintura es la poesía) ha servido de arranque para plantear diferentes interrelaciones.
Otro famoso tópico atribuido a Simónedes de Ceos: “la pintura es poesía muda (muta poesis) y la poesía es pintura que habla (pintura loquens)” se extendió en el siglo XVI desde Italia a toda Europa y fue importantísimo para la equiparación entre poetas y pintores. En la antigüedad clásica a la pintura se le condecía un papel secundario. Cicerón habla de las artes plásticas como de “servidoras” de la literatura.
El Renacimiento: hermandad entre pintura y poesía
En el Renacimiento no se tenía un concepto tan elevado de la pintura como el que existe en la actualidad. Existe una gran interrelación entre arte y literatura: el pintor, el escultor, el grabador o el arquitecto se consideraban como los mejores ejercitantes de un oficio. Artistas italianos como Vasari o Alberti trataron de que ese oficio de las manos se elevase a categoría artística. Para ello trataron de equiparar el arte de pintar con el de escribir. Las letras estaban incluidas desde la antigüedad clásica en el Panteón de las artes liberales, en donde, sin embargo, no estaban la pintura, ni la escultura, ni la arquitectura. Recordemos el arco de las siete artes liberales que trasvasa la Edad Media: Trivium (Gramática, Retórica y Dialéctica) y el Quadrivium ( Aritmética, Geometría, Astronomía y Música). Los studia humanitatis comprendieron disciplinas como la historia o la filosofía moral.
El paso de la condición de artesano a artista hizo que la poesía se colocara a la misma altura que la poesía. En El Cortesano aparecen continuas defensas de la pintura. Velázquez, Rubens, Lope, Quevedo o Calderón fueron grandes defensores de las excelencias del arte de la pintura.

La descripción artística
La descripción de palacios, casas y esculturas alcanzó una gran dimensión en la novela y en la pintura durante el Siglo de Oro. Se trata de un apartado imprescindible en el desarrollo de ciertos monográficos del temario de oposiciones de lengua.
Destacan las descripciones del Coliseo del Buen Retiro cuando se erige como escenario palatino de la mano del excelso y singular escenógrafo y profesor italiano Baccio del Bianco, que intervino en algunas escenografías del Calderón como La fiera, el rayo y la piedra (1652).
La enseñanza moral y artística: comunión del arte y la literatura
Se entendía, que , gracias a la contemplación de los cuadros, podía aprenderse historia, filosofía, historia sagrada e incluso rezar. La pintura, por tanto, se convirtió en una forma transmisora de contenidos de variado tipo a través de los cuales los analfabetos podían leer imágenes en un solo golpe de vista. Leonardo consideraba que la pintura era superior a la poesía. Esta idea de superioridad partía de la consideración de que la pintura copia el mundo visible, mientras que la literatura en general es pura fabulación. Ensalzaba las virtudes del ojo, auténtica y mejor ventana del alma, por el que entra la pintura.
El oído, en cambio, como vía de la palabra, lo consideraba como un sentido secundario, en contra de la concepción de los Santos Padres, que consideraban que el oído es el sentido que mejor nos acerca a la Divinidad, sacando la especie de la concepción de la Virgen María “ex auditu”, es decir, por la palabra del Espíritu Santo a través del oído.
Gracias a ese ojo, que introduce a la mente humana en un arte con colores y formas de proporción, perspectiva y armonía, el receptor accede a una particular representación del mundo, que propicia la grandeza artística. El mover al receptor fue uno de los objetivos de la pintura.
Bases para la comprensión de la interrelación estética entre literatura y pintura en el Barroco
A la altura de 1600 se produce un punto de inflexión importante con la obra de Gaspar Gutiérrez de los Ríos : “Noticia general para la estimación de las artes”, que trata de elevar a la máxima categoría artística no solo la pintura, sino también la escultura y la arquitectura. Según el autor poeta y pintor se dedican a un mismo fin: “imitar las cosas”, es decir, la mímesis aristotélica. Nos encontramos con la idea del arte como elemento reductor de la naturaleza. Esta idea de microcosmos se aplica al propio hombre, al libro, como pequeño mundo, o al teatro (véase el Gran Teatro del Mundo que se hace pequeño teatro en el auto sacramental). Así, la variedad del Universo se podía hacer unidad. De ahí la relación entre lo Uno y lo Diverso, que es común a todas las artes.
Pervivencia de tópicos en el arte y la literatura
En la interrelación entre arte y literatura el proceso creador del pintor y del escritor es idéntico: los dos parten del concepto imaginado y, posteriormente, lo traducen en palabras o colores. También señala que los pintores y poetas deben sublimar la realidad por medio de la ficción o el estilo elevado y así se formulan los puntos fundamentales: ambas se valen de la mímesis para emular los modelos, la poesía y la pintura son proporcionales, ambas han de ser verosímiles y elocuentes. Desde una perspectiva pragmática de la comunicación intercultural, Quintiliano aplicaba el lenguaje de la Retórica a la pintura: invención, elocución y disposición de un cuadro, pintura elocuente.
El Barroco corrigió el concepto del arte que trataba de imitar la realidad idealizándola e incluyó una estética de lo feo y lo monstruoso. Rubens, que aparece alabado por su ruptura con el ideal renacentista, identificado con la armonía. Lope habla de “bárbara armonía” en donde “bárbara” adquiere un sentido positivo. En sus comedias, además, alude al “minotauro de Pasife”. La euritmia clásica se sustituye por una armonía objetiva que busca la ilusión óptica, la figura que se retuerce, la novedad y la mezcla como el propio Lope hizo en su tragicomedia o el propio Góngora en el Polifemo.
El papel de la Contrarreforma en el Barroco
En la época barroca la pintura abandona su tradicional rol científico del Renacimiento para ahondar en lo moral. Esto fue gracias a que la Contrarreforma, frente al Protestantismo, impulsó la importancia de la imagen que debía estar impregnada de un sentido moral y no solo artístico.

El Barroco, arte de los sentidos
El periodo barroco se caracteriza por ofrecernos un concepto de la creación artística integrado. Lo visual y pictórico son dos principios que presiden la vida de las formas en el Barroco. La previa comprensión de las artes plásticas fue lo que hace posible iluminar el análisis de la obra poética, incluso trasladando a ella los mismos símbolos de la visión.
Del formalismo a la búsqueda del espíritu barroco
El Barroco no representa una degeneración, sino un cambio brusco en las formas y el estilo precedentes. Los símbolos se abstraen en su propia independencia y sensación de forma. Para el Formalismo este fenómeno obedece a un proceso inmanente que dimana de la fuerza interna o vida de las formas que mutan. Así llegó la «Historia del arte sin nombres«, que concibe la obra con independencia de su autoría, en su propia inmanencia.
Arte y literatura barrocos: la sensación de forma
Los límites e insuficiencias del formalismo se perciben en las lindes que rebasan la amplitud y riqueza del Barroco. En las formas artísticas percibimos los símbolos que son el eco de los sentimientos del hombre barroco. En el estilo visual barroco se cristaliza el contenido del mundo que se convierte en un torrente de vida impetuosa que trasvasa los limes del poema y del lienzo. Metáforas e hipérboles exaltan la expresión artística en un impulso desmesurado de la realidad en el que la vida fluye impetuosa.
Finalmente, he aquí que, en las relaciones entre arte y literatura, el halago sensorial, el brillo, la luz, el color, esto es, lo visual y pictórico, se reconoce en todas las artes: poesía, música y pintura. La tendencia descriptiva apela a lo visual y es la dominante en la poesía de época. El poema descriptivo, con preocupaciones de primeros planos, profundidad, claroscuros y de color revelan el alma del poeta-pintor, que gusta de identificarse como un verdadero pintor con palabras. Calderón fue el que mejor logró este colectivismo estético en sus autos, llegando a afirmar que la pintura es “el arte de las artes que a todas domina”.