He aquí una nueva composición que revela toda una serie rasgos significativos del periodo que estudiamos , muy señero e importante dentro del temario de la oposición de Lengua. En el examen práctico hay que subrayar, entre otros aspectos fundamentales, que este género alcanzará especial esplendor y relieve en otros autores de la misma época, apoyándonos en la intertextualidad y su papel en la literatura del periodo. Los símbolos de la burbuja, las flores, los relojes, la arena, las ruinas…se integran en una semiótica trascendente, de raíz filosófica. Es preciso desentrañar las claves genéricas, lingüísticas, filosóficas y literarias en nuestro análisis.
Este despedazado anfiteatro, Impío honor de los dioses, cuya afrenta Publica el amarillo jaramago, Ya reducido a trágico teatro, ¡Oh fábula del tiempo! representa Cuánta fue su grandeza y es su estrago. ¿Cómo en el cerco vago De su desierta arena El gran pueblo no suena? ¿Dónde, pues fieras hay, está el desnudo Luchador? ¿Dónde está el atleta fuerte? Todo despareció, cambió la suerte Voces alegres en silencio mudo; Mas aun el tiempo da en estos despojos Espectáculos fieros a los ojos, Y miran tan confuso lo presente Que voces de dolor el alma siente.
Como sabemos, el drama barroco aparece constituido por la imagen de la pugna constante entre el deseo vital y la lucha contra todo aquello que amenaza la existencia humana. El maestro de la experiencia, tiempo vital que se agota, es uno de los principales temas y asuntos que jalona la inquietud del ser barroco. Así, motivos como la vanitas serán los continuos guiadores de la metafísica quevediana, como vimos en el famoso soneto: «Hijos que me heredáis…». En este contexto casi existencialista y desesperado el único resquicio vital es el de la evasión ascendente, en terminología de Felipe Pedraza (Barroco: Introducción. Prosa y poesía, Ed. CÉNLIT: Madrid, 2015).