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Prepárate a fondo

    Analizados los rasgos fundamentales de localización literaria del texto propuesto en la entrada del 7-3, nos ocupamos ahora, con la nueva semana de estudio, de la identificación de los rasgos más señeros que nos informan de la localización de este nuevo texto dentro de la escuela o periodo literario al que pertenece.

    Almudena volvió hacia ella su rostro, y hasta podría decirse que la miró, si mirar es dirigir los ojos hacia un objeto, poniendo en ellos, ya que no la vista, la intención, y en cierto modo la atención, tan sostenida como ineficaz. Apretándole la mano, le dijo: «Amri, saber tú que servirte Almudena él, Almudena mí, como pierro. Amri, dicermi cosas tú… de cosas tigo.
    -Sigamos para abajo, y hablaremos por el camino. ¿Vas a tu casa?
    -Voy a do quierer tú.
    -Paréceme que te cansas. Vamos muy a prisa. ¿Te parece bien que nos sentemos un rato en la Plazuela del Progreso para poder hablar con tranquilidad?».

    Sin duda respondió el ciego afirmativamente, porque cinco minutos después se les veía sentados, uno junto a otro, en el zócalo de la verja que rodea la estatua de Mendizábal. El rostro de Almudena, de una fealdad expresiva, moreno cetrino, con barba rala, negra como el ala del cuervo, se caracterizaba principalmente por el desmedido grandor de la boca, que, cuando sonreía, afectaba una curva cuyos extremos, replegando la floja piel de los carrillos, se ponían muy cerca de las orejas. Los ojos eran como llagas ya secas e insensibles, rodeados de manchas sanguinosas; la talla mediana, torcidas las piernas. Su cuerpo había perdido la conformación airosa por la costumbre de andar a ciegas, y de pasar largas horas sentado en el suelo con las piernas dobladas a la morisca. Vestía con relativa decencia, pues su ropa, aunque vieja y llena de mugre, no tenía desgarrón ni avería que no estuvieran enmendados por un zurcido inteligente, o por aplicaciones de parches y retazos. Calzaba zapatones negros, muy rozados, pero perfectamente defendidos con costurones y remiendos habilísimos. El sombrero hongo revelaba servicios dilatados en diferentes cabezas, hasta venir a prestarlos en aquella, que quizás no sería la última, pues las abolladuras del fieltro no eran tales que impidieran la defensa material del cráneo que cubría. El palo era duro y lustroso; la mano con que lo empuñaba, nerviosa, por fuera de color morenísimo, tirando a etiópico, la palma blanquecina, con tono y blanduras que la asemejaban a una rueda de merluza cruda; las uñas bien cortadas; el cuello de la camisa lo menos sucio que es posible imaginar en la mísera condición y vida vagabunda del desgraciado hijo de Sus.

    Un clásico en el examen práctico: Fortunata y Jacinta (1887)

    Este texto, aparecido en las oposiciones de Lengua castellana y Literatura de Madrid de 2021, está extraído de Fortunata y Jacinta (1887), una de las obras más importantes del inmortal autor Canario. Resaltemos la plasticidad de las imágenes y el sentido connotativo que dota de profundidad expresiva al mensaje.

    Según Enrique Rubio Cremades (Panorama crítico de la novela realista, Madrid, Editorial Castalia, 2000) la importancia de esta obra radica en varios elementos novedosos.

    La ductilidad de sus hilos temáticos se acopla a la perfección con los nuevos dicterios del realismo espiritualista.

    Estas vertientes se encuentra absolutamente en boga en ese momento a raíz de la polémica generada por «La cuestión palpitante» de doña Emilia Pardo Bazán (1851-1921).

    Este crítico equipara la novela a otras obras que han marcado un antes y un después, tales como La colmena (1950) o Tiempo de silencio (1962). Su protagonismo, pues, radica en la importancia de escuela y no así melodramática.

    1 comentario en «Prepárate a fondo»

    1. Si algo resulta evidente tras echar un rápido vistazo al texto es su inclinación realista, verista. Entre los elementos que lo delatan, dos son de especial trascendencia: la imitación del pobre español que habla el ciego Almudena y el afán descriptivista, detallista, del autor cuando fija su catalejo en este personaje.
      El total desarrollo de la lengua literatura nos puede ayudar en la localización del texto, pero no es este un rasgo definitorio, ya que, como comentábamos el pasado sábado en clase, no solo encontramos realismo en la segunda mitad del siglo XIX; es igualmente apreciable en la novela social de los años 50 del siglo XX.
      Hallamos un topónimo, la Plaza del Progreso, que nos podría ayudar en nuestro objetivo. Intuimos que se trata de la céntrica plaza madrileña que hoy recibe el nombre de Tirso de Molina. Este dato podría relacionarse, sin afirmar su adscripción categórica, con el gran novelista de la ciudad de Madrid, Benito Pérez Galdós. Pero claro, es muy difícil llegar a este dato si no se dispone de un ordenador al tiempo que se realiza el análisis.
      Diría, en todo caso, que nos encontramos ante una estructura textual heterogénea, ya que se advierte la presencia de una estructura profunda de índole narrativa que alberga una gran secuencia descriptiva. Dicho texto, por su desarrollada prosopografía y su imitación dialogística bebe del afán de verosimilitud que desprende la novela de corte realista. Indicaría, además, que, a través de la descripción externa, se vislumbran rasgos de la etopeya del personaje: hábil («remiendos habilísimos»), ingenioso («zurcido inteligente»), con voluntad de vestir de una manera decente a pesar de su pésima condición existencial.
      En definitiva, observamos una intención totalizadora en la fotografía de la realidad circundante que no se pliega a los designios del realismo naturalista (la condición ambiental no determina totalmente la voluntad de vestir con decencia del personaje), algo muy típico de nuestro realismo decimonónico, pero no nos atreveríamos a ubicar este texto en dicho período con total seguridad.

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