Dejamos un nuevo texto para entrenar la contextualización literaria tan importante dentro del propósito de aplicación docente de la técnica del comentario de textos en la didáctica de la Lengua y la Literatura. Debemos apuntar algunos rasgos fundamentales en la técnica narrativa y relacionarlos con los contenidos de tipo literario dentro de la tendencia del momento.
Juanito reconoció el número en la puerta de una tienda de aves y huevos. Por allí se había de entrar sin duda, pisando plumas y aplastando cascarones. Preguntó a dos mujeres que pelaban gallinas y pollos, y le contestaron, señalando una mampara, que aquella era la entrada de la escalera del 11. Portal y tienda eran una misma cosa en aquel edificio característico del Madrid primitivo. Y entonces se explicó Juanito por qué llevaba muchos días Estupiñá, pegadas a las botas, plumas de diferentes aves. Las cogía al salir, como las había cogido él, por más cuidado que tuvo de evitar al paso los sitios en que había plumas y algo de sangre. Daba dolor ver las anatomías de aquellos pobres animales, que apenas desplumados eran suspendidos por la cabeza, conservando la cola como un sarcasmo de su mísero destino. A la izquierda de la entrada vio el Delfín cajones llenos de huevos, acopio de aquel comercio. La voracidad del hombre no tiene límites, y sacrifica a su apetito no sólo las presentes sino las futuras generaciones gallináceas. A la derecha, en la prolongación de aquella cuadra lóbrega, un sicario manchado de sangre daba garrote a las aves. Retorcía los pescuezos con esa presteza y donaire que da el hábito, y apenas soltaba una víctima y la entregaba agonizante a las desplumadoras, cogía otra para hacerle la misma caricia. Jaulones enormes había por todas partes, llenos de pollos y gallos, los cuales asomaban la cabeza roja por entre las cañas, sedientos y fatigados, para respirar un poco de aire, y aun allí los infelices presos se daban de picotazos por aquello de si tú sacaste más pico que yo… si ahora me toca a mí sacar todo el pescuezo.
Habiendo apreciado este espectáculo poco grato, el olor de corral que allí había, y el ruido de alas, picotazos y cacareo de tanta víctima, Juanito la emprendió con los famosos peldaños de granito, negros ya y gastados. Efectivamente, parecía la subida a un castillo o prisión de Estado. El paramento era de fábrica cubierta de yeso y este de rayas e inscripciones soeces o tontas. Por la parte más próxima a la calle, fuertes rejas de hierro completaban el aspecto feudal del edificio. Al pasar junto a la puerta de una de las habitaciones del entresuelo, Juanito la vio abierta y, lo que es natural, miró hacia dentro, pues todos los accidentes de aquel recinto despertaban en sumo grado su curiosidad. Pensó no ver nada y vio algo que de pronto le impresionó, una mujer bonita, joven, alta… Parecía estar en acecho, movida de una curiosidad semejante a la de Santa Cruz, deseando saber quién demonios subía a tales horas por aquella endiablada escalera. La moza tenía pañuelo azul claro por la cabeza y un mantón sobre los hombros, y en el momento de ver al Delfín, se infló con él, quiero decir, que hizo ese característico arqueo de brazos y alzamiento de hombros con que las madrileñas del pueblo se agasajan dentro del mantón, movimiento que les da cierta semejanza con una gallina que esponja su plumaje y se ahueca para volver luego a su volumen natural.
Juanito no pecaba de corto, y al ver a la chica y observar lo linda que era y lo bien calzada que estaba, diéronle ganas de tomarse confianzas con ella.
—¿Vive aquí—le preguntó—el Sr. de Estupiñá?
—¿D. Plácido?… en lo más último de arriba —contestó la joven, dando algunos pasos hacia fuera.Y Juanito pensó: «Tú sales para que te vea el pie. Buena bota»… Pensando esto, advirtió que la muchacha sacaba del mantón una mano con mitón encarnado y que se la llevaba a la boca. La confianza se desbordaba del pecho del joven Santa Cruz, y no pudo menos de decir:
—¿Qué come usted, criatura?
—¿No lo ve usted? —replicó mostrándoselo—Un huevo.
—¡Un huevo crudo! Con mucho donaire, la muchacha se llevó a la boca por segunda vez el huevo roto y se atizó otro sorbo.
—No sé cómo puede usted comer esas babas crudas—dijo Santa Cruz, no hallando mejor modo de trabar conversación.
—Mejor que guisadas. ¿Quiere usted?—replicó ella ofreciendo al Delfín lo que en el cascarón quedaba.Por entre los dedos de la chica se escurrían aquellas babas gelatinosas y transparentes. Tuvo tentaciones Juanito de aceptar la oferta; pero no; le repugnaban los huevos crudos.
Dejamos aquí la síntesis del conjunto de aportaciones de la clase del sábado pasado en la aproximación a la caracterización del texto.
Exponemos las más sobresalientes en el desarrollo de la contextualización.
La disección de la secuencia narrativa
Una de las técnicas del naturalismo consiste en llegar a las entrañas de la realidad narrada (técnica que recuperará, años después, el realismo objetivista de posguerra). Si bien reniegan del canon zolesco, sí alcanzan a fundir la realidad con los avatares del espíritu y la realidad interior. Se aprecia dentro del texto con la disección de los elementos ambientales, las calles, el matadero de aves, etc..).
Galdós: un ejemplo de evolución del naturalismo
Como señala Walter T. Pattison (“Etapas del naturalismo en España”, en Historia y crítica de la literatura española, Coord. Iris María Zabala, Barcelona, Crítica,1982):
Galdós fue un jefe perdido por los naturalistas y, en otro sentido, se mantuvo por encima de la polémica. La filosofía krausista del círculo de la universidad había sido fundamental en su formación intelectual; de ella había aprendido que una armonía racional podía y debía establecerse entre las partes que entraban en conflicto. Así, la novela, dividida en las escuelas idealista y naturalista, podía restablecerse como un todo armonioso si ambos segmentos comprendían que estaban interrelacionados.
El hecho material (léase la realidad) dice Galdós, es una ejemplificación y óptima proyección de una ley superior por encima de los caracteres de escuela. Por ello, el idealismo y el materialismo se conjugan: el uno no existe sin el otro. Esta actitud estaba ya presente en El amigo Manso (1882) de Galdós, e iba a reforzarse con la lectura de Guerra y paz en la traducción francesa de 1884.
El naturalismo espiritual
Comentamos en más de una ocasión la importancia de este movimiento en el análisis del texto del examen de las oposiciones de Madrid de 2018 con el texto de Emilia Pardo Bazán y también quedó mentado en una entrada pasada. Afirma el mismo crítico (op.cit.) que
Galdós, probablemente uno de los primeros de sus compatriotas que leyó Guerra y paz, iba a dar el título de Naturalismo espiritual a una parte de su obra siguiente, Fortunata y Jacinta (1886-1887) obra a la que pertenece esta secuencia. Para Galdós la mejor escuela para la proyección de su ideario del realismo espiritualista fue, precisamente, la novela rusa. Mientras la novela de Galdós se estaba aún componiendo, Emilia Pardo Bazán dio un ciclo de conferencias de enseñanzas literarias superiores en el Ateneo, pronto publicadas en forma de libro, bajo el título de La revolución y la novela en Rusia. La escritora afirmaba: «El elemento espiritualista de la novela rusa para mí es uno de sus méritos más singulares»; [y citando a Vogüé, el francés que divulgó la literatura rusa, seguía diciendo que el realismo debiera unir la materia y el espíritu].
Otros rasgos
Otros rasgos comentados fueron los relativos a la lengua literaria, al género (estudio literario a través del género), la técnica narrativa, etc. El año pasado el protagonismo que Galdós podía llegar a tener en las oposiciones de 2021, autor por el que apostamos en la preparación de la parte práctica y sobre el que dijimos que era deudor de un merecido homenaje con ocasión de la celebración del centenario de su muerte. La pandemia impidió que esta efeméride se celebrara como es debido. Nuestras predicciones se confirmaron finalmente, pues las comisiones de valoración de Cantabria, Madrid y La Rioja propusieron textos de Galdós en los ejercicios prácticos de la oposición.