Damos comienzo a una nueva semana de estudio con nuestro ejercicio de contextualización literaria.
Primero debemos acometer el trabajo de adaptación de programación y unidades didácticas al borrador del currículo LOMLOE. Después, debemos elaborar aplicaciones didácticas adaptadas a la nueva Norma.
De lo que llevamos avanzado y trabajado hasta el momento podemos empezar a extraer ideas principales para la aplicación didáctica del texto en el nivel de 2º de Bachillerato (importancia del plan lector, principios generales de la ESO, objetivos generales, saberes básicos orientados al texto, criterios trabajados, competencias específicas que pretendemos alcanzar, «nueva» puesta en valor y relevancia que adquiere el paradigma metodológico del aprendizaje significativo, etc.).
Texto:
Llegó el caso de contar cómo había podido don Álvaro vencer a la hija de un maestro de la Fábrica vieja, muy honrado, que velaba por el honor de su casa como un Argos. Angelina tenía padre, madre, abuela, hermanos; ella era pura como un armiño… Mesía había empezado por seducir a los parientes. En cada casa entraba según lo exigía la vida de aquel hogar. Jugaba al escondite con los niños, les fabricaba pajaritas de papel, jugaba al dominó con la abuela, servía a la madre de devanadera […]. Llegaba a ser el tertulio necesario, el paño de lágrimas, el consejero, el mejor ornamento de la casa; la llenaba con su hermosa presencia; era dulce, cariñoso, tenía blanduras de padrazo; cuidaba de los intereses domésticos como si fueran propios, hasta ponía paz entre los criados y los amos.
Así iba entrando, entrando en el corazón de todos; los amores con Angelina (o quien fuera, pues de tales aventuras había tenido muchas) comenzaban en secreto; y poco a poco, junto a la camilla, una mesa cubierta con gran tapete debajo del cual hay un brasero; en el balcón al obscurecer, en cuantas ocasiones podía, se acercaba, se apretaba contra su víctima, la llenaba de deseos de él, de su arrogante belleza varonil y simpática; después hablaba de amor como en broma, con un tono de paternal amparo que parecía la misma inocencia; y cualquier día o cualquiera noche, en una merienda en el campo, después de la cena de Nochebuena, mientras los demás de la familia reían alegres, descuidados, la pasión de Angelina llegaba al paroxismo, la ocasión echaba el resto y la deshonra entraba en la casa, y el amigo íntimo, el favorito de todos, salía para no volver nunca.
Los que oían a don Álvaro se figuraban presenciar aquellas escenas de amistad íntima, tranquilas, dulces, llenas de expansión y confianza; en el rostro del seductor, en sus ademanes, en las sonrisas, en la voz, se reflejaban, por virtud del recuerdo, la bondad suave, el aire bonachón y entrañable, la franqueza sencilla, noble, familiar, la habilidad casera, todas las artes y cualidades que hacían vencer a Mesía en lides tales.
—Otras veces, amigos, había que recurrir a la fuerza. Renunciar a una victoria que se consigue con los puños y sudando gotas como garbanzos, entre arañazos y coces, es ser un platónico del amor, un cursi; el verdadero don Juan del siglo, y de todos los siglos tal vez, vence como puede, es romántico, caballeresco, pundonoroso cuando conviene; grosero, violento, descarado, torpe si hace falta.
Nunca se le olvidaría a don Álvaro un combate de amor que duró tres noches, y fue más glorioso para la vencida que para el vencedor. La escena representaba una panera, casa de madera sostenida por cuatro pies de piedra, como las habitaciones palúdicas sustentadas por troncos, y las de algunos pueblos salvajes. En la panera dormía Ramona, aldeana, y cerca de su lecho de madera pintada de azul y rojo, que rechinaba a cada movimiento del jergón, yacía la cosecha de maíz de su casería, en montón deleznable que subía al techo.
Allí fue la batalla. Y don Álvaro, como si lo estuviera pasando todavía, describía la obscuridad de la noche, las dificultades del escalo, los ladridos del perro, el crujir de la ventana del corredor al saltar el pestillo; y después las quejas de la cama frágil, el gruñir del jergón de gárrulas hojas de mazorca, y la protesta muda, pero enérgica, brutal de la moza, que se defendía a puñadas, a patadas, con los dientes, despertando en él, decía don Álvaro, una lascivia montaraz, desconocida, fuerte, invencible.
Este fragmento pertenece a La Regenta (1884-1885) de Clarín. Apreciemos, en comparación con otra entrada, el estilo minucioso, la técnica del realismo absoluto («naturalismo a la española») y cómo Clarín se convierte en el mejor instructor del movimiento literario naciente en esta obra maestra de la Literatura universal. La Condesa de Pardo y Bazán expuso las características del nuevo movimiento en «La cuestión palpitante» (1882), como ya vimos en la entrada anterior.
Solo con leer el apellido Mesía, ya sabemos ante qué obra nos encontramos. En efecto, el fragmento que aquí se nos presenta debe pertenecer a la inmortal obra de Leopoldo Alas, «La Regenta». No obstante, con esto no basta, hemos de tratar de desentrañar sus constantes más notorias para ubicar el texto en su contexto.
En primer lugar, hemos de precisar que el motivo literario que aquí se nos muestra no es nuevo en la historia de nuestra literatura (y tampoco en la universal). El mito del don Juan, del seductor irrefrenable, adquiere una extraordinaria corporeidad con Tirso de Molina y su obra «El burlador de Sevilla»; posteriormente, ya en época romántica, Zorrilla le dará una nueva orientación. La leyenda de don Juan tendrá también su correlato extramuros merced a Lord Byron.
Pero, a diferencia de los ejemplos propuestos, aquí no advertimos indicios de un texto dramático y, por supuesto, tampoco poético. Nos encontramos ante un escrito de índole narrativa, algo de lo que da fe la temporalidad verbal, que, en su mayoría, opta por el pretérito imperfecto («entraba», «jugaba», «llegaba», «defendía», «oían»), tiempo del mundo narrado.
Ahora bien, la voluntad descriptiva, analítica, del proceso de seducción y de los atributos de don Álvaro Mesía brilla por su peso aquí, de manera que observamos una voluntad de plasmación de una realidad: la de Álvaro Mesía y su ejercicio de seducción. No en vano, si seguimos las teorías de Alarcos Llorach («Notas a ‘La Regenta'», 1952), la primera parte de «La Regenta» (capítulos I-XV) es presentativa y puede agruparse en tres sectores: presentación de Ana Ozores (I-V), de don Álvaro Mesía (VI-X) y de don Fermín de Pas (XI-XV). El texto podría tener cabida en esta primera parte.
El proceso de seducción sigue un orden lógico y es este el que da pie al detallismo analítico. Muchos son los recursos estilísticos que sirven a este propósito y, por ende, amplían la cláusula sintáctica: construcciones de participio concertado («muy honrado»), comparaciones («pura como un armiño»), concatenación de actividades y atributos o técnica de la «amplificatio» («jugaba al escondite, les fabricaba…; era dulce, cariñoso…»), etc.
Sin embargo, el autor no se limite a desentrañar el plano de la exterioridad y la conquista. También se atreve con la introspección psicológica del personaje: «nunca se le olvidaría a don Álvaro…».
Además, no es menos importante que, tras iniciar su relato sirviéndose de un caso concreto (el de Angelina), el autor nos habla del conjunto de las aventuras de don Álvaro. Pareciera como si la idiosincrasia de este personaje consistiese, precisamente, en seducir y no volver una vez cumplido su objetivo. Es más, el sentido profundo del texto nos advierte que Mesía no puede resistirse a este propósito («había que recurrir a la fuerza», «vence como puede»).
Hay, por tanto, un deje naturalista que nos puede servir para plantear una posible hipótesis: este texto pertenece a la novela realista por los rasgos comentados y, dentro de ella, es posible que se adscriba a la literatura realista decimonónica, particularmente influida por las doctrinas del naturalismo de Zola, en boga en el continente europeo en la segunda mitad del siglo XIX y que, precisamente en España, suscitaría reflexiones de autores de renombre como «Clarín», Galdós y Pardo Bazán («La cuestión palpitante»).