Traemos un nuevo texto para el ejercicio de contextualización lingüístico-literaria. En esta ocasión se trata de un texto en prosa en el que tenemos identificar las constantes genéricas.
Esta secuencia tiene una naturaleza muy distinta a la del texto: “Demás te digo que non es oy mujer…”, que fijamos y situamos dentro del género literario sermonario, concretamente, dentro de la corriente misógina de rechazo y vituperio a la mujer.
El texto que nos ocupa muestra señas genéricas inequívocas. Una pista: según Miguel Ángel Pérez Priego (Literatura española medieval. Siglo XV, Madrid, Editorial Universitaria Ramón Areces, 2010) Alfonso x dejó en su magna obra una de las más completas y, a la vez, raras historias peninsulares, que concibió desde sus remotos orígenes hasta sus días presentes. Sus sucesores solo se ocuparon de la época contemporánea. Uno de ellos fue el Canciller Ayala, que escribió las crónicas de los reyes que conoció, llevando la historia al presente más inmediato del que fue testigo, pero añadiéndole rasgos subjetivos y perfiles de individualidad.
(…) Y cuando el dicho señor rey llego al aljafería, eran pasadas cuatro oras después de medio día, y descabalgó y subió en su cámara, y las gentes se entraron en la gran sala do había de comer, y el dicho señor rey salió de su cámara vestido de un manto de oro enforrado en armiños, y su corona en la cabeza, y el príncipe y el duque sus hijos llevaban delante la manzana y cetro de oro, y delante de él cien hachas de cera blancas ardiendo, y así se fue asentar a la tabla do había de comer asentado en su muy rica silla, y de la en mano derecha comían los perlados y a la mano izquierda comían los señores príncipe de Girona y duque de Peñafiel, y un poco más bajo todos los otros grandes y en cada canto de mesa un perlado, y después los caballeros. Y en medio de la sala estaba un aparejador grande en do estaban las vajillas del señor rey, de oro y de plata dorada, con que el rey era servido a su tabla (…)
Y aquí en esta sala fueron traídos a las dichas tablas muchas viandas y manjares de pavones y capones y gallinas, y diversos potajes; y delante de cada manjar, sus juegos, según que aquí diremos. Delante del primero manjar venía un muy hermoso grifo todo dorado, tan grande como rocín, y traía una corona de oro al pescuezo, y iba toda vía echando fuego haciendo lugar entre las gentes por do pasasen los manjares, que en otra manera no pudieran pasar tan aína ante las gentes.
Y en esta gran sala estaban hechos encima de la puerta por do entraban a la dicha sala un gran cadalso alto como manera de los cielos, que eran hechos en esta manera: era un andamio alto sobre la puerta y en medio de él estaban tres ruedas una sobre otra, y la del medio mayor que las otras, y de la una parte y de la otra de las ruedas había ocho gradas de cada parte todas las medas, y en llenadas y embutidas; y las ruedas y todo el andamio y las gradas eran de color del cielo, y encima de las medas, sobre la postrimera, había un cielo más alto que los otros, en el cual estaban dos niños muy bien guarnidos de paños de oro, y estaba el uno al otro poniendo una corona en la cabeza, a remembranza de cuando Dios coronó a Sancta María; las cuales tres medas estaban llenas de ornes vestidos de paños blancos y con alas grandes doradas y con rostros sobrepuestos blancos a pareciencia de ángeles y tan hermosos que bien parecían ángeles. Y estas tres medas hacían movimiento la una contra la otra a manera de cielos cuando se mueven cada que querían, y estos ángeles y arcángeles tocando estromentos y cantando y haciendo muy extraños sones con farpas y guitarras y laudes y rabés y órganos de paño, y otros estromentos de cuerda de gran solaz era de lo oír y ver; y maguer las medas de los cielos hacían movimiento, el cielo de encima de los niños estaban todavía quedos que se no movían, y las cuatro gradas más altas. Estaban en ellas asentados príncipes y profetas y apóstoles, cada uno su señal en la mano por do era conocido.”