Getting your Trinity Audio player ready... |
Traemos aquí la entrevista, que hemos realizado a nuestro apreciado compañero de preparación, Pablo, por su novela Los que sufren, Barcelona, Editorial dosmanos, 2021. En ella nos dará algunas claves fundamentales que nos ayudarán a entender mejor esta transgresora e innovadora novela.
Pablo González Sánchez (El Puerto de Santa María , 1994), además de ser un excelente escritor, un genuino «contador de historias», posee estudios universitarios en Filología Hispánica por la Universidad de Cádiz, es Máster en Estudios Hispánicos Superiores por la Universidad de Sevilla y cuenta con un Curso de Español como Segunda Lengua: Enseñanza y Aprendizaje de la UNED. Ha vivido en El Puerto de Santa María, Sevilla, Honningsvåg, Tenerife y Zaragoza.
Hola, Pablo ¿Cómo te encuentras?
Hola, José. Como estamos a día 5 de enero, te diré que nervioso; mañana vienen los Reyes Magos. En general me encuentro bien, tratando de empezar el año lo mejor posible.
Debemos decir, en primer lugar, que tu novela todavía retumba en nuestra cabeza. Tras su lectura, lo que hemos sentido es verdadera agitación; esa es la palabra. ¿Cuál fue tu verdadera intención al escribirla?
La novela fue escrita durante los meses de verano del año 2020. ¡Quién sabe cuál sería mi verdadera intención! Sí que es cierto que Los que sufren está llena de intenciones que solo se comprenden dentro del universo narrativo de la propia novela, lo cual hace, por su hermetismo, bastante complejo establecer una intención propia del autor. ¿Divertimento? ¿Revolución? Un poco de cada. Decía Luis Cernuda que toda buena literatura debía de ser una buena mezcla de tradición y vanguardia. Esa era mi intención inherente.
En tu obra se aprecian influencias de Valle-Inclán, el esperpento y la degradación de la realidad, la ruptura, la dislocación, la línea quebrada… Advertimos una suerte de collage de imágenes a cual más llamativa e impactante. ¿Definiste algún plan de escritura previo o te dejaste llevar por esa corriente narrativa?
Aunque sí que definí un plan de escritura previo (el mes de junio y algo de julio, creo) en el que rellené algún cuaderno con posibles estructuras, personalidad de los personajes, tramas que me asaltaban, o palabras clave que serían leitmotivs de la novela… al final, la narrativa tiene su propio código de comunicación orgánico, es decir, vas a tener que desechar la mayoría de lo pensado o darle una forma diferente una vez que estés metido en la escritura. No es ciertamente libertad, son unos hilos invisibles que solo se intuyen cuando estás realmente implicado en el mundo literario que estás tratando de plasmar.
Utilizas la frase corta con mucha contundencia y expresividad. ¿Por qué elegiste este procedimiento lingüístico?
En Los que sufren, desde el comienzo, ya sabemos que el personaje está loco. «Tengo que decirles que me enamoré de Carmela en una tarde de toros tras haber matado a mi padre.». Cuando te asalta un personaje así, tienes que buscar la mejor manera para comunicar lo que él desea. Por personalidad, delirio, o situación, el personaje va a tender a expresarse mediante largos fluir de conciencia. ¿Cómo hacer que el lector simpatice con toda esa carga de dolor, con toda esa muerte? Unas oraciones largas e interminables harían perder al lector el núcleo de la cuestión. Las oraciones debían de ser cortas y con contundencia para así facilitar su comprensión y a su vez establecer un tono concreto acorde a los motivos del personaje: el tono confesional.
Otros ingredientes de tu novela son la violencia, el caos, la muerte, la degradación, los bajos fondos y un ímpetu desmedido que agita todo el conjunto. Las situaciones, en ocasiones, son muy vanguardistas y las técnicas narrativas con que se desarrollan se abrazan con este planteamiento ¿Te resultó difícil conseguir este efecto narratológico?
La mejor forma de expresar el llanto de un personaje es evitar decir explícitamente que el personaje lloró. En el caso de Los que sufren lo narratológico apoya y sostiene la acción narrativa. Si quiero detener la acción, fluir de conciencia; si quiero acelerarla, diálogo. La cuestión aquí es cuán vanguardista es ese fluir de conciencia o ese diálogo (por poner unos ejemplos más cercanos para el lector). Ciertamente, la acción envuelve un motivo, es decir, un tema, en este caso el de la muerte. La muerte se ha expresado de una infinidad de formas desde el origen de la comunicación y las primeras fabulaciones hasta nuestros días. La universalidad de este motivo exige por naturaleza un trato diferente por parte de cada autor, el cual arriesgará para mostrar más matices del mismo gracias a los factores contextuales de su época y a los rasgos de su personalidad. En mi caso, antes de Los que sufren, me había empapado de novela posmodernista estadounidense, cuyos artificios me ayudaron a labrar una obra que compensé con humanismo europeo. Volviendo a mi cita anterior de Cernuda: vanguardia (posmodernismo estadounidense) + tradición (humanismo europeo) = Los que sufren. ¿Complicado? Si me lo planteara de esa manera no lo habría hecho. El proceso fue divertido.
Una temporalidad brumosa e indefinida es otro de sus rasgos. ¿Cuál es la función en la que pensaste a la hora de definir este tiempo narrativo?
El tiempo narrativo o la ausencia de él es un rasgo más de la personalidad del narrador/protagonista de Los que sufren. A medida que avanzamos en la novela nos vamos dando cuenta de que en algunos momentos el tiempo y el espacio no han sido más que propios juegos mentales del protagonista. ¿Cuáles? Cada lector reconstruirá la novela según le parezca.
Conocemos a los personajes por lo que dicen. Has renunciado al retrato de los mismos. ¿Hay alguna intención?
Como no hay un narrador omnisciente, no podemos saberlo todo del mundo de Los que sufren. Todo lo sabemos mediante los ojos y, sobre todo, oídos de nuestro protagonista. Él decidirá lo que quiera contar de lo que vea según le interese para su relato o, simplemente, porque le llame la atención. Por otro lado, la novela despliega una serie de personajes de distintos ámbitos sociales e incluso rangos dentro de los mismos. Para interiorizar más la simpatía entre el narrador protagonista/yo lector, debía mantener la expresividad en boca de los propios personajes, así como que se definieran sus características por lo que dicen. Si el lector se cree que sabe lo mismo que el protagonista de la novela, lo considerará una mano amiga.
El diálogo posee un desarrollo verdaderamente vertiginoso y nos sumerge en las profundidades del ser a través del monólogo. La corriente de conciencia es una constate. ¿Por qué decidiste esta técnica tan compleja?
Como dije en una respuesta anterior, a veces era necesario para la acción narrativa mediante la corriente de conciencia. Aunque la acción narrativa se pare, comienza una acción mental que es una narrativa dentro de la cabeza del propio protagonista. Será la única forma del lector de (creer) conocer al protagonista, ya que, en realidad, externaliza bastante poco sus pensamientos. Conoceremos sus motivaciones, introspecciones, imaginería futura. Una mente al fin y al cabo. Para una novela tan visceral era necesario este fluir de conciencia. Por su parte, el diálogo, tal y como también respondí anteriormente, acelera la acción y sirve para conocer al resto de personajes. Además, favorece ciertos aspectos de comedia que el lector agradece.
Otro de los rasgos más llamativos es el del tratamiento ambivalente de la religiosidad. Los “Apóstoles”, la “resurrección de la carne”, las menciones a Dios. ¿Cuál es su verdadera intención?
La religiosidad es un elemento de anclaje para varios referentes. En primer lugar, la época. Si el lector logra ubicar el texto, comprenderá que la religión venía de ser fuerte y debía seguir siéndolo. En segundo lugar, la personalidad del protagonista. El protagonista, por juventud y machaque paterno, tiene muy interiorizada la religión y la utilizará como caldo de cultivo para justificar su locura. El tercer y último anclaje para la religiosidad es el tema de la muerte. El propio tema fluye más orgánico en un contexto en el que la época y el narrador/protagonista expresen religiosidad. Todos los referentes irán interrelacionados.
Finalmente, danos tu opinión sobre el oficio de la escritura. Valle-Inclán dejó dicho en boca de Max Estrella : « las letras no dan para comer. ¡Las letras son colorín, pingajo y hambre!». ¿Estás de acuerdo con esa afirmación?
Estoy de acuerdo con Max Estrella, pero sabiendo que quizás refleje un pensamiento de Alejandro Sawa, quizás haya que ponerlo en contexto. En La Bohème de Puccini, los personajes quemaban sus obras para darse calor una noche más durante el frío invierno. Invención o no, la bohemia española no difiere demasiado de la ópera italiana, ya que aquella pobreza se traduce en que a día de hoy tienes que ser un estudio para conocer a autores españoles de aquella época. Con esa frase Valle-Inclán no expresa su opinión sobre las letras, sino la de toda la generación de la bohemia española que, intelectual y hambrienta, comulgaba con una ideología con fecha próxima de caducidad. Hay una anécdota de Alejandro Sawa/Max Estrella en la cual, tras salir a la calle en busca de algo de alimento, vuelve a casa, muy contento, con un perro. En su casa pasaban hambre, pero él había traído felicidad. Se le perdonaba todo; era una forma de vida.
Para mí, el oficio de la escritura es, simplemente, otra forma de vivir. Lo primordial es la propia vida. Para otros momentos, tenemos la escritura: el arte de hacer real lo irreal mediante palabras.
Muchas gracias por tus respuestas, Pablo, y, por favor, no dejes de escribir ni de sorprendernos y deleitarnos con tus relatos e historias.