Dejo una nueva composición para nuestro ejercicio diario de preparación y práctica.
El otro día, a propósito del texto que tratamos en el comentario filológico, Carta de la reyna Dido a Eneas estuvimos tratando el género epistolar.
¿Podrías indicar, en base a este género, qué rasgos puede tener el texto referentes a esta taxonomía y su contextualización literaria?
28 de Marzo.
Me voy cansando de mi residencia en este lugar, y cada día siento más deseo de volverme con Vd. y de recibir las órdenes; pero mi padre quiere acompañarme, quiere estar presente en esa gran solemnidad y exige de mí que permanezca aquí con él dos meses por lo menos. Está tan afable, tan cariñoso conmigo, que sería imposible no darle gusto en todo. Permaneceré, pues, aquí el tiempo que él quiera. Para complacerle, me violento y procuro aparentar que me gustan las diversiones de aquí, las giras campestres y hasta la caza, a todo lo cual le acompaño. Procuro mostrarme más alegre y bullicioso de lo que naturalmente soy. Como en el pueblo, medio de burla, medio en son de elogio, me llaman el santo, yo por modestia trato de disimular estas apariencias de santidad o de suavizarlas y humanarlas con la virtud de la eutropelia, ostentando una alegría serena y decente, la cual nunca estuvo reñida ni con la santidad ni con los santos. Confieso, con todo, que las bromas y fiestas de aquí, que los chistes groseros y que el regocijo estruendoso me cansan. No quisiera incurrir en murmuración ni ser maldiciente, aunque sea con todo sigilo y de mí para Vd.; pero a menudo me doy a pensar que tal vez sería más difícil empresa el moralizar y evangelizar un poco a estas gentes, y más lógica y meritoria, que el irse a la India, a la Persia o la China, dejándose atrás a tanto compatriota, si no perdido, algo pervertido. ¡Quién sabe! Dicen algunos que las ideas modernas, que el materialismo y la incredulidad tienen la culpa de todo; pero si la tienen, pero si obran tan malos efectos, ha de ser de un modo extraño, mágico, diabólico, y no por medios naturales, pues es lo cierto que nadie lee aquí libro alguno ni bueno ni malo, por donde no atino a comprender cómo puedan pervertirse con las malas doctrinas que privan ahora. ¿Estarán en el aire las malas doctrinas, a modo de miasmas de una epidemia? Acaso (y siento tener este mal pensamiento, que a Vd. sólo declaro), acaso tenga la culpa el mismo clero. ¿Está en España a la altura de su misión? ¿Va a enseñar y a moralizar en los pueblos? ¿En todos sus individuos es capaz de esto? ¿Hay verdadera vocación en los que se consagran a la vida religiosa y a la cura de almas, o es sólo un modo de vivir como otro cualquiera, con la diferencia de que hoy no se dedican a él sino los más menesterosos, los más sin esperanzas y sin medios, por lo mismo que esta carrera ofrece menos porvenir que cualquiera otra? Sea como sea, la escasez de sacerdotes instruidos y virtuosos excita más en mí el deseo de ser sacerdote. No quisiera yo que el amor propio me engañase; reconozco todos mis defectos; pero siento en mí una verdadera vocación y muchos de ellos podrán enmendarse con el auxilio divino.
Encuadre lingüístico-literario
En el texto hay varias ideas que merecen rescatarse:
.-Podría recordarnos a las no tan lejanas Cartas marruecas en el relato de las malas doctrinas que recorren el aire como una suerte de «miasmas de una epidemia».
.-La escasa cultura y la crítica. En este sentido se revela el poder evangelizador también como una suerte de poder cultural.
.-Las dudas iniciales sobre la propia fe…la necesidad de evangelizar al pueblo..
.-La narración epistolar morosa, lenta, minuciosa, propia del realismo.
El fragmento pertenece a Pepita Jiménez de Juan Valera, obra en la que cuenta la historia de un seminarista Luis de Vargas, cuya vehemente, pero poco profunda vocación evangelizadora se va derrumbando ante los encantos de la protagonista. La primera parte de la novela adopta la forma epistolar. En esta ocasión se trata de una de las cartas que Luis escribe a tu tía y director espiritual, deán de la catedral.