He aquí un nuevo texto orientado al trabajo del comentario histórico-literario.
¿Qué poeta te sugiere esta composición? ¿Podrías relacionar la composición con otro poeta perteneciente a una época literaria distinta?
SALM. 12
¿Hasta cuándo, Dios mío,
te olvidaras de mí, para valerme
con tu gran poderío,
sin que he de perderme,
y apartarás tu rostro, por no verme?
¿Hasta cuándo, ¡ay!, perdida,
tardaré en consultar, el enmendarme,
y de tan triste vida
podré desenredarme,
y a tu manada, ¡oh gran Señor!, tornarme?
¿Cuándo será aquel día
que el corazón descanse de su duelo,
y el alma tibia y fría,
deshecho ya su hielo,
se abrace en amor tuyo, oh Rey del Cielo?
¿Hasta cuándo conmigo,
¡ay alma desdichada!, en mi despecho,
mi sangriento enemigo
se ensalzará en su hecho,
robando los despojos de mi pecho?
¡Vuelve esos claros ojos
y rompe ese nublado con tu lumbre;
y arranca los abrojos
de la vieja costumbre
del vicio, tú que moras en la cumbre!
¡Óyeme, Señor mío,
Dios mío, pues te llamo; y de tu cielo
quebrantará el brazo y brío
del príncipe del suelo,
que esparce del pecado el mortal hielo!
Alumbra los mis ojos,
porque jamás la sombra de la muerte
apañe mis despojos,
y el enemigo fuerte
diga:"Prevalecí, no hay defenderte".
No tengan tal contento
los que traen mi alma atribulada,
ni salgan con su intento;
que esta gente malvada,
se alegrará, con verme derrocada.
Mas yo, mí Dios, espero
en tu misericordia, que es el puerto,
do el roto marinero
halla el remedio cierto:
¡Piedad!, Señor, socorre un pecho muerto!
Algunas notas de literatura comparada: el Barroco literario como arte de contrarios.
En esta composición hay una honda religiosidad, presente en los apóstrofes a Dios.Vemos cómo el poeta se dirige a la divinidad con vehemencia. En esta dirección venimos comentando la convivencia en el Renacimiento de motivos sacros y profanos. Esta composición pertenece a Malón de Chaide, autor que se incardina en la corriente ascética de la segunda mitad del siglo XV.
La intensidad lírica y emocional te hace pensar, Juan Carlos, en una intertextualidad más lejana. A mí también me viene a la cabeza la similitud en la forma de titular el poema con Quevedo y su Heráclito cristiano.
También me viene a la cabeza esta otra composición de Miguel de Unamuno, aunque con un tratamiento diametralmente opuesto:
La oración del ateo
Oye mi ruego Tú, Dios que no existes,
y en tu nada recoge estas mis quejas,
Tú que a los pobres hombres nunca dejas
sin consuelo de engaño. No resistes
a nuestro ruego y nuestro anhelo vistes.
Cuando Tú de mi mente más te alejas,
más recuerdo las plácidas consejas
con que mi ama endulzóme noches tristes.
¡Qué grande eres, mi Dios! Eres tan grande
que no eres sino Idea; es muy angosta
la realidad por mucho que se expande
para abarcarte. Sufro yo a tu costa,
Dios no existente, pues si Tú existieras
existiría yo también de veras.
Podríamos seguir con otros autores como Blas de Otero y la imposibilidad de obtener respuesta de la divinidad.
HOMBRE
Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.
Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.
Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.
Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser —y no ser— eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!
Como podéis ver el motivo ha tenido un amplio trazado. No obstante, aunque el tratamiento es distinto, la necesidad de comunicación con Dios tiene raíces profundas en la historia de la literatura. Se remonta a los orígenes mismos del ser humano.
Su tono y sus formas de exageración y exaltación rabiosamente románticas, lo podría llevar a emparejar, pienso, con Espronceda o Bécquer.