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¿Contextualizamos? 24-2-2020

    En la parte práctica de la oposición de lengua y literatura los textos barrocos aparecen con mucha frecuencia. Es conveniente, por tanto, prepararlos en profundidad como ya venimos haciendo.

    ¿Podríais extraer algunos tópicos de ascendencia humanística en esta composición?

    ¿Con qué culpa tan grave,
    sueño blando y suave,
    pude en largo destierro merecerte
    que se aparte de mí tu olvido manso?
    Pues no te busco yo por ser descanso,
    sino por muda imagen de la muerte.
    Cuidados veladores
    hacen inobedientes mis dos ojos
    a la ley de las horas;
    no han podido vencer a mis dolores
    las noches, ni dar paz a mis enojos.
    Madrugan más en mí que en las auroras
    lágrimas a este llano;
    que amanece a mí mal siempre temprano
    y tanto, que persuade la tristeza
    a mis dos ojos, que nacieron antes
    para llorar que para ver. Tú, sueño,
    de sosiego los tienes ignorantes,
    de tal manera, que al morir el día
    con luz enferma vi que permitía
    el sol que le mirasen en poniente.
    Con pies torpes al punto, ciega y fría,
    cayó de las estrellas blandamente
    la noche, tras las pardas sombras mudas,
    que el sueño persuadieron a la gente.
    Escondieron las galas a los prados
    y quedaron desnudas
    estas laderas, y sus peñas, solas;
    duermen ya entre sus montes recostados
    los mares y las olas.
    Si con algún acento
    ofenden las orejas,
    es que entre sueños dan al cielo quejas
    del yerto lecho y duro acogimiento,
    que blandos hallan en los cerros duros.
    Los arroyuelos puros
    se adormecen al son del llanto mío,
    y a su modo también se duerme al río.
    Con sosiego agradable
    se dejan poseer de ti las flores;
    mudos están los males,
    no hay cuidado que hable,
    faltan lenguas y voz a los dolores,
    y en todos los mortales
    yace la vida envuelta en alto olvido.
    Tan sólo mi gemido
    pierde el respeto a tu silencio santo:
    yo tu quietud molesto con mi llanto,
    y te desacredito
    el nombre de callado, con mi grito.


    Dame, cortés mancebo, algún reposo:
    no seas digno del nombre de avariento
    en el más desdichado y firme amante
    que lo merece ser por dueño hermoso.
    Débate alguna pausa mi tormento.
    Gózante en las cabañas
    y debajo del cielo
    los ásperos villanos;
    hállate en el rigor de los pantanos
    y encuéntrate en las nieves y en el hielo
    el soldado valiente
    y yo no puedo hallarte, aunque lo intente,
    entre mi pensamiento y mi deseo
    Ya, pues, con dolor creo
    que eres más riguroso que la tierra.
    Más duro que la roca,
    pues te alcanza el soldado envuelto en guerra,
    y en ella mi alma por jamás te toca.
    Mira que es gran rigor: dame siquiera
    lo que de ti desprecia tanto avaro,
    por el oro en que alegre considera,
    hasta que da la vuelta el tiempo claro;
    lo que había de dormir en blando lecho
    y da el enamorado en su señora,
    y a ti se te debía de derecho.
    Dame lo que desprecia de ti agora
    por robar el ladrón; lo que desecha
    el que envidiosos celos tuvo y llora.
    Quede en parte mi queja satisfecha,
    tócame con el cuento de tu vara;
    oirán siquiera el ruido de tus plumas
    mis desventuras sumas;
    que yo no quiero verte cara a cara,
    ni que hagas más caso
    de mí, que hasta pasar por mi de paso;
    o que a tu sombra negra por lo menos,
    si fueses a otra parte peregrino,
    se le haga camino
    por estos ojos de sosiego ajenos;
    quítame, blando sueño, este desvelo,
    o de él alguna parte,
    y te prometo, mientras viere el cielo
    de desvelarme sólo en celebrarte.

    El tópico literario del sueño desde la tradición antigua

    El motivo del sueño es la clave de la identificación. Será recurrente en don Francisco de Quevedo . Obras del humanismo como El sueño de Polífilo o El sueño de Escipión tendrán una indudable trascendencia en los autores barrocos. El sueño aparece como forma en la que la realidad se desdibuja, adquiere tintes oníricos y ajenos a lo real. Todo se torna alegoría y símbolo. En otra entrada hablábamos del «Sueño del día del juicio final». Aquí Quevedo dialoga con el sueño igual que lo hacía con el Desengaño.

    La visión desfigura de la realidad por parte de la literatura barroca

    El Barroco, ya lo dijimos, es un periodo en el que, quizá más que nunca, se confunden las apariencias con la realidad. Se trata de un nuevo acontecer en el que las ideas adquieren corporeidad tangible gracias al vínculo estrecho con la realidad que expresan. El yo lírico es el único y singular conocedor de los arcanos del tiempo y de la vida. He aquí que Francisco de Quevedo se erige como uno de los grandes filósofos del Siglo barroco y una voz singularmente sutil.

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