Uno de los pilares sobre los que se asienta la lírica del periodo es el de la convivencia de lo pagano y cristiano. La religiosidad (no olvidemos la Contrarreforma ) impregna muchas de las creaciones de la época. ¿Podrías poner esta composición en relación con alguna otra de las creaciones de este periodo? ¿Qué visión se está recreando del hecho religioso? ¿A qué momento nos recuerda?
A LOS PRESAGIOS DEL DÍA DEL JUICIO
Cenizas que aguardáis aquella trompa
para unir las especies desatadas
con que al Juicio final serán llamadas
las almas puras con gloriosa pompa,
cuando la voz de Dios, abriendo, rompa
los mármoles y losas más pesadas,
porque salgáis unidas y apuradas
en forma a quien el tiempo no corrompa.
No puede estar ya lejos, pues es cierta
aquella confusión, cuya agonía
los dormidos espíritus despierta.
Antes, en este caso juzgaría
que ver cosa inmortal, sin tiempo, muerta,
es ya de los prodigios de aquel día.
Encuadre lingüístico y literario
Muchas gracias por tu aportación, Virginia. Me ha parecido muy acertado traer la referencia del «Sueño del Juicio Final». Efectivamente también en los autores y pintores de la época barroca encontramos este motivo que manifiesta una vuelta al conservadurismo religioso medieval.
Podemos apreciar la magnanimidad y «prodigios de aquel día» en el famoso cuadro de Rubens.
Destacamos la presencia del símbolo de las cenizas como testimonio del paso del tiempo y reminiscencias claramente bíblicas: «polvo eres y el polvo te convertirás». La forma de proyectar este proverbio inmutable desde los orígenes del ser humano se conjuga con la alusión al «Juicio final», momento en el que el Gran maestro convoca a todas sus criaturas y mide su salvación por la vida terrena que han llevado.
La tendencia literaria del conceptismo en la Escuela barroca
Llama la atención la óptica que adopta el Conde de Villamediana, muy en la línea de la mejor Escuela literaria barroca (que sigue la estela del pesimismo de Quevedo) a la que pertenece esta composición. Presenta el momento en el que «serán llamadas/ las almas puras con gloriosa pompa». En Quevedo, los tipos desfilan en una suerte de exhibición de vicios, pecados y mezquindades humanas:
Y es gente que apenas se conoce de qué ley son, porque el nombre es de cristianos, las almas de herejes, los pensamientos de alarbes y las palabras de gentiles.
-Si mucho me aguardo -dije entre mí-, yo oiré algo que me pese.
Fuime adelante y dejélos con deseo de llegar a donde estaban los que no supieron pedir a Dios. ¡Oh, qué muestras de dolor tan grandes hacían! ¡Oh, qué sollozos tan lastimosos! Todos tenían las lenguas condenadas a perpetua cárcel y poseídos del silencio, tal martirio en voces ásperas de un demonio recibían por los oídos:
-¡Oh, corvas almas, inclinadas al suelo, que con oración logrera y ruego mercader y comprador os atrevistes a Dios y le pedistes cosas que de vergüenza de que otro hombre las oyese aguardábades a coger solos los retablos.
Se trata de un soneto que describe cómo es el Juicio Final que, además, es inminente: «No puede estar ya lejos» (v9); uno de los temas favoritos de los dramaturgos durante la Contrarreforma. Similar es una de las obras (no en verso sino en prosa) de Quevedo : los «Sueños» en 1627, en la que carizaturiza la vida de ultratumba. Dentro de la obra se inserta la primera parte que tiene como título el «Sueño del juicio final», en la que con su característico humor negro y gran ingenio, narra el camino de los hombres al infierno y al cielo deteníendose en los aspectos más grotescos y denigrantes.