Os dejo un nuevo texto con el fin de observar en él distintos rasgos y características de la época concreta a la que pertenece. Este entrenamiento es decisivo y constante de cara al desarrollo del comentario lingüístico. En torno a ellos girarán las claves interpretativas de este ejercicio, tan importante en el tema y práctico de la oposición de Lengua castellana y Literatura.
Por supuesto, sería recomendable hacer una contextualización lo más argumentada posible y expandirla en el plano intertextual. No obstante, la primera tarea ha de centrarse en el momento concreto y marco en el que puede situarse esta composición.
En el campo venturoso,
donde con clara corriente
Guadalavïar hermoso,
dejando el suelo abundante,
da tributo al mar potente,
Galatea, desdeñosa
del dolor que a Licio daña,
iba alegre y bulliciosa
por la ribera arenosa,
que el mar con sus ondas baña.
Entre la arena cogiendo
conchas y piedras pintadas,
muchos cantares diciendo
con el son del ronco estruendo
de las ondas alteradas;
junto al agua se ponía,
y las ondas aguardaba,
y en verlas llegar huía,
pero a veces no podía
y el blanco pie se mojaba.
Licio, al cual en sufrimiento
amador ninguno iguala,
suspendió allí su tormento
mientras miraba el contento
de su polida zagala.
Mas cotejando su mal
con el gozo que ella había,
el fatigado zagal
con voz amarga y mortal
de esta manera decía:
"Ninfa hermosa, no te vea
jugar con el mar horrendo,
y aunque más placer te sea,
huye del mar, Galatea,
como estás de Licio huyendo.
Deja ahora de jugar,
que me es dolor importuno;
no me hagas más penar,
que en verte cerca del mar
tengo celos de Neptuno.
Causa mi triste cuidado,
que a mi pensamiento crea,
porque ya está averiguado
que si no es tu enamorado
lo será cuando te vea.
Y está cierto, porque Amor
sabe desde que me hirió
que para pena mayor
me falta un competidor
más poderoso que yo.
Deja la seca ribera,
do está el alga infructuosa,
guarda que no salga afuera
alguna marina fiera
enroscada y escamosa.
Huye ya, y mira que siento
por ti dolores sobrados,
porque con doble tormento
celos me da tu contento
y tu peligro cuidados.
En verte regocijada
celos me hacen acordar
de Europa, ninfa preciada,
del toro blanco engañada
en la ribera del mar.
Y el ordinario cuidado
hace que piense contino
de aquel desdeñoso alnado
orilla el mar arrastrado,
visto aquel monstruo marino.
Mas no veo en ti temor
de congoja y pena tanta;
que bien sé por mi dolor,
que a quien no teme al Amor,
ningún peligro le espanta.
Guarte, pues, de un gran cuidado;
que el vengativo Cupido,
viéndose menospreciado,
lo que no hace de grado,
suele hacerlo de ofendido.
Ven conmigo al bosque ameno
y al apacible sombrío
de olorosas flores lleno,
do en el día más sereno
no es enojoso el estío.
Si el agua te es placentera,
hay allí fuente tan bella,
que para ser la primera
entre todas, sólo espera
que tú te laves en ella.
En aqueste raso suelo
a guardar tu hermosa cara
no basta sombrero o velo;
que estando al abierto cielo,
el sol moreno te para.
No escuchas dulces contentos,
sino el espantoso estruendo
con que los bravosos vientos,
con soberbios movimientos,
van las aguas revolviendo.
Y tras la fortuna fiera
son las vistas más süaves
ver llegar a la ribera
la destrozada madera
de las anegadas naves.
Ven a la dulce floresta,
do natura no fue escasa,
donde haciendo alegre fiesta,
la más calorosa siesta
con más deleite se pasa.
Huye los soberbios mares,
ven, verás cómo cantamos
tan deleitosos cantares,
que los más duros pesares
suspendemos y engañamos.
Y aunque quien pasa dolores,
Amor le fuerza a cantarlos,
yo haré que los pastores
no digan cantos de amores,
porque huelgues de escucharlos.
Allí por bosques y prados
podrás leer todas horas
en mil robles señalados
los nombres más celebrados
de las ninfas y pastoras.
Mas seráte cosa triste
ver tu nombre allí pintado,
en saber que escrita fuiste
por el que siempre tuviste
de tu memoria borrado.
Y aunque mucho estés airada,
no creo yo que te asombre
tanto el verte allí pintada,
como el ver que eres amada
del que allí escribió tu nombre.
No ser querida y amar
fuera triste desplacer,
mas, ¿qué tormento o pesar
te puede, ninfa, causar
ser querida y no querer?
Mas desprecia cuanto quieras
a tu pastor, Galatea,
sólo que en estas riberas
cerca de las ondas fieras
con mis ojos no te vea.
¿Qué pasatiempo mejor
orilla el mar puede hallarse
que escuchar el ruiseñor,
coger la olorosa flor
y en clara fuente lavarse?
Plugiera a Dios que gozaras
de nuestro campo y ribera,
y porque más lo preciaras,
ojalá tú lo probaras,
antes que yo lo dijera.
Porque cuanto alabo aquí,
de su crédito le quito,
pues el contentarme a mí,
bastará para que a ti
no te venga en apetito."
Licio mucho más le hablara,
y tenía más que hablalle,
si ella no se lo estorbara,
que con desdeñosa cara
al triste dice que calle.
Volvió a sus juegos la fiera,
y a sus llantos el pastor,
y de la misma manera
ella queda en la ribera,
y él en su mismo dolor.
La Diana enamorada de Gaspar Gil Polo
Como bien apuntas, y aciertas plenamente Elena, la composición pertenece a Gaspar Gil Polo de su Diana enamorada (1565).
El tema del lamento amoroso es muy recurrente no solo en esta obra, sino también a nivel general en toda la época renacentista. Lo hemos comentado en más de una ocasión. La naturaleza bebe directamente de la estética planteada en La Arcadia. Esta naturaleza artísticamente bella, copia de la belleza divina, se altera cuando el estado anímico del poeta también lo hace. El motivo mitológico de Galatea va a ser muy recurrente en la Literatura. Se convertirá en paradigma de esquividad y rechazo amorosos.
En el soneto aparecido en la prueba práctica de Madrid, convocatoria del 2018, hay una variación en el tratamiento, pero, en esencia, la estética y contenido son similares, perteneciente a Hernando de Acuña:
Jamás pudo quitarme el fiero Marte,
por más que en su ejercicio me ha ocupado,
que en medio de su furia no haya dado
a Apolo de mi tiempo alguna parte;
pero quiero, Lavinio, ahora avisarte
que ya me tiene ausencia en un estado
do casi yerran el discurso usado
mi estilo, mi razón, mi ingenio y arte.
Lo que en mí fue cantar silencio sea,
y canten los que esperan de su canto
que el amor baste a mejorar su suerte;
a mí me quede sólo el triste llanto,
pues muero no mirando a Galatea,
y el poderla mirar también es muerte.
Creo que pertenece al Renacimiento por las referencias mitológicas. También menciona a los pastores y el tópico del locus amoenus. Descartando Los siete libros de la Diana, diría que es La Diana enamorado de Gaspar Gil Polo.