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Ayer celebramos el Día mundial de la poesía con la lectura pública de poemas por parte de reconocidos poetas y escritores en el acto organizado por RNE y el Instituto Cervantes. Concebimos la poesía como forma de vida, ensalzando la palabra poética como faro que guía la totalidad de los designios del ser humano y nos une en los más profundos sentimientos. Cuando hayan pasado los exámenes de oposición, leeremos poesía de una manera muy distinta.
POÉTICA Hay momentos también en que dejamos las palabras de amor y los silencios para hablar de poesía. Tú descansas la voz en el pasado y recuerdas el título de un libro, la historia de unos versos, la noche juvenil de algunos cantautores, la importancia que tienen poetas y banderas en tu vida. Yo te hablo de comas y mayúsculas, de imágenes que sobran o que faltan, de la necesidad de conseguir un ritmo que sujete la historia, igual que con las manos se sujetan la humedad y los muros de un castillo de arena. Y recuerdo también algunos versos en noches donde comas y mayúsculas, metáforas y ritmos, calentaron mi casa, me hicieron compañía, supieron convencerme con tu mismo poder de seducción. Ya sé que otros poetas se visten de poeta, van a las oficinas del silencio, administran los bancos del fulgor, calculan con esencias los saldos de sus fondos interiores, son antorcha de reyes y de dioses o son lengua de infierno. Será que tienen alma. Yo me conformo con tenerte a ti y con tener conciencia.
La poesía representa una expansión del espíritu, una forma de proyectar sentimientos cargados de emoción y lirismo. Platón atribuía a la poesía cualidades que situaban al poeta o rapsoda al mismo nivel que los Dioses. El «furor poiesis» se asimilaba a una suerte de trance, un ejercicio de éxtasis y de estado visionario que conectaba al ser humano con los misterios de los dioses.