Después de la pequeña parada vacacional, volvemos con renovadas fuerzas a nuestro trabajo. Tenemos que reactivar la antología con fuerza en este periodo que estamos tratando. A partir de este momento, las obras fundamentales que estudiamos son importantísimas de cara al ejercicio práctico de oposición. La probabilidad de que «caiga» alguna composición de esta época es muy alta. Al igual que sucede con el programa temas monográficos, la selección textual responde a una casuística de tipo probabilístico.
Os dejo un nuevo texto para que vayáis iniciando el trabajo de contextualización habitual.
Entramos, primero domingo después de Cuaresma, en poder de la hambre viva, porque tal laceria no admite encarecimiento. Él era un clérigo cerbatana, largo sólo en el talle, una cabeza pequeña, los ojos avecindados en el cogote, que parecía que miraba por cuévanos, tan hundidos y escuros, que era buen sitio el suyo para tiendas de mercaderes; la nariz, de cuerpo de santo, comido el pico, entre Roma y Francia, porque se le había comido de unas búas de resfriado, que aun no fueron de vicio porque cuestan dinero; las barbas descoloridas de miedo de la boca vecina, que, de pura hambre, parecía que amenazaba a comérselas; los dientes, le faltaban no sé cuántos, y pienso que por holgazanes y vagamundos se los habían desterrado; el gaznate largo como de avestruz, con una nuez tan salida, que parecía se iba a buscar de comer forzada de la necesidad; los brazos secos; las manos como un manojo de sarmientos cada una. Mirado de medio abajo, parecía tenedor o compás, con dos piernas largas y flacas. Su andar muy espacioso; si se descomponía algo, le sonaban los güesos como tablillas de San Lázaro. La habla ética; la barba grande, que nunca se la cortaba por no gastar, y él decía que era tanto el asco que le daba ver la mano del barbero por su cara, que antes se dejaría matar que tal permitiese. Cortábale los cabellos un muchacho de nosotros. Traía un bonete los días de sol, ratonado con mil gateras y guarniciones de grasa; era de cosa que fue paño, con los fondos en caspa. La sotana, según decían algunos, era milagrosa, porque no se sabía de qué color era. Unos, viéndola tan sin pelo, la tenían por de cuero de rana; otros decían que era ilusión; desde cerca parecía negra, y desde lejos entre azul. Llevábala sin ceñidor; no traía cuello ni puños. Parecía, con esto y los cabellos largos y la sotana y el bonetón, teatino lanudo. Cada zapato podía ser tumba de un filisteo. Pues ¿su aposento? Aun arañas no había en él. Conjuraba los ratones de miedo que no le royesen algunos mendrugos que guardaba. La cama tenía en el suelo, y dormía siempre de un lado por no gastar las sábanas. Al fin, él era archipobre y protomiseria.
Muchas gracias por la respuesta, Felisa.
Contextualización literaria
Efectivamente, estamos ante un fragmento del Buscón, como bien has sabido ver, Felisa. La memorable y famosa descripción del Fray Dómine Cabra. El retrato conjuga las características más hiperbólicas del Barroco. Las comparaciones, sobre todo, reúnen numerosos rasgos conceptistas. La Cuaresma (época de ayuno) es el primero de los rasgos más llamativos. Formulamos protenciones fenomenológicas, apresentamos la información conocida.
En el horizonte de correlación textual nos anticipamos al decir. Es el decir de lo dicho: sabemos que la cuaresma es época de ayuno y Quevedo ha seleccionado esta época como parte correlativa de la semiosis del mensaje. Otros elementos coaparecen en la noésis barroca: cerbatana y largo (sólo en el talle), el pelo bermejo (el refrán aludido: «Ni perro ni gato de aquella color»; la mala fama de quienes tenían el pelo rojizo se debía a la creencia de que así fue el cabello de Judas), «búas» ( buba, tumorcillos producidos por diversas enfermedades; Cabra las tenía por catarro, no por el llamado «mal francés» (de ahí la alusión a Francia) o sífilis, que se contrae por vicio que hay que pagar. En fin todo el retrato supone una hipérbole del retorcimiento y el conceptismo. Nos lleva a ahondar en lo más profundo de las etimologías y del propio sentido lingüístico y cultural del periodo. Este famoso retrato adquiere la morfología de una enumeración continua de elementos que se suceden en el propio caos hiperbólico que es reflejo del caos existencial que vive en la época Barroca.
S.XVII.Francisco de Quevedo.El Buscón.