He aquí una nueva composición para la preparación del ejercicio literario y lingüístico continuo que nos ocupa. Podemos apreciar la dislocación, ilogicidad ,etc… de la técnica surrealista.
Paisaje de la multitud que orina Nocturno de Battery Place Se quedaron solos: aguardaban la velocidad de las últimas bicicletas. Se quedaron solas: esperaban la muerte de un niño en el velero japonés. Se quedaron solos y solas, soñando con los picos abiertos de los pájaros agonizantes, con el agudo quitasol que pincha al sapo recién aplastado, bajo un silencio con mil orejas y diminutas bocas de agua en los desfiladeros que resisten el ataque violento de la luna. Lloraba el niño del velero y se quebraban los corazones angustiados por el testigo y la vigilia de todas las cosas y porque todavía en el suelo celeste de negras huellas gritaban nombres oscuros, salivas y radios de níquel. No importa que el niño calle cuando le clavan el último alfiler, no importa la derrota de la brisa en la corola del algodón, porque hay un mundo de la muerte con marineros definitivos que se asomarán a los arcos y os helarán por detrás de los árboles. Es inútil buscar el recodo donde la noche olvida su viaje y acechar un silencio que no tenga trajes rotos y cáscaras y llanto, porque tan sólo el diminuto banquete de la araña basta para romper el equilibrio de todo el cielo. No hay remedio para el gemido del velero japonés, ni para estas gentes ocultas que tropiezan con las esquinas. El campo se muerde la cola para unir las raíces en un punto y el ovillo busca por la grama su ansia de longitud insatisfecha. ¡La luna! Los policías. ¡Las sirenas de los transatlánticos! Fachadas de crin, de humo, anémonas; guantes de goma. Todo está roto por la noche, abierta de piernas sobre las terrazas. Todo está roto por los tibios caños de una terrible fuente silenciosa. ¡Oh gentes! ¡Oh mujercillas! ¡Oh soldados! Será preciso viajar por los ojos de los idiotas, campos libres donde silban las mansas cobras deslumbradas, paisajes llenos de sepulcros que producen fresquísimas manzanas, para que venga la luz desmedida que temen los ricos detrás de sus lupas, el olor de un solo cuerpo con la doble vertiente de lis y rata y para que se quemen estas gentes que pueden orinar alrededor de un gemido o en los cristales donde se comprenden las olas nunca repetidas.
El surrealismo de Lorca en Poeta en Nueva York (1939-1940)
El poema pertenece a Poeta en Nueva York de Lorca. Observemos las diferencias y similitudes con el fragmento de «El llanto…» que preparamos en una entrada anterior(métrica, elementos oníricos y surrealistas…).
En él aparecen la caótica enumeración de elementos con una fuerte carga connotativa, los sentimientos espontáneos como dimanados de un manantial de emociones, la denuncia de la miseria y la opresión, el elemento onírico, la dislocación lógica, etc… Es característico de esta etapa creativa de Lorca. Hállase en la composición un espíritu de repudio a la sociedad de clases y un deseo de solidaridad con los más débiles y oprimidos. Alusiones como «paisajes llenos de sepulcros» y «luz desmedida/que temen los ricos» apuntan a la muerte y a su poder igualatorio (relacionemos esto con la tradición temática de este tópico, las «Danças de la muerte», por ejemplo, como ya analizamos en una entrada pasada. Observemos también el símbolo del dolor= el alfiler («cuando le clavan el último alfiler») y su presencia recurrente en la lírica lorquiana: valga como ejemplo el famoso «Poema doble del lago Eden»:
Yo sé el uso más secreto que tiene un viejo alfiler oxidado y sé del horror de unos ojos despiertos sobre la superficie concreta del plato.