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Texto, mundo, contexto

Crítica de la razón pragmática

Continuamos con un artículo de la serie dedicada a la lectura de textos teórico-prácticos, muy útil para preparar las bases epistemológicas del desarrollo del temario de oposiciones de Lengua castellana y Literatura. En esta ocasión, aportamos un resumen y reelaboración del capítulo extraído de la obra fuente: Texto, Mundo, Contexto: Intersticios [Génesis Discursiva] , de Antonio Domínguez Rey, Madrid, Editorial UNED, 2013

El olvido del proceso significante

El olvido del proceso significante, o esta especie de espejismo cognoscente, ha exagerado la división entre el orden práctico, el poético y el representativo o propiamente lógico. Se ha abierto un abismo entre la significación y el mundo significado. Se pretende cubrirlo instaurando en la pragmática la reversión del conocimiento: de la realidad mentada, evocada o imaginada, al modo de representarla significándola. Y entonces, nos encontramos con el siguiente panorama. La representación apofántica del mundo diría solo la conexión interna establecida entre el predicado y el sujeto de una proposición. Su enlace es apodíctico, dictado por la necesidad intrínseca ahí reconocida y manifestada por es o no es (De Interpretatione, 16a, 10-15).

Así se descubre la fundamentación científica de la realidad. Tendríamos una realidad mental o procedimiento intelectivo S → p (S est p), fórmula clásica de representación cognoscitiva y que se da, manifiesta u oculta, en toda proposición, lógica, semántica y gramatical. A ella se añadirían procesos psicológicos y lingüísticos de percepción intencional y manifestación declarativa. Tales son la aseveración, ya indicada, del enunciado simple (fasis), propia de las definiciones, la enunciación, interrogación, duda, mandato, sorpresa, admiración, etc. Es decir, a la base nocional le sigue la confirmación, o no, de su ser entitativo.. Es decir, de la unidad lógica o carácter uno, bien de la cosa declarada, bien de la unión de sus partes (De Interpretatione, 17a, 15-20).

La representación en Aristóteles

Ahora bien, la representación para Aristóteles comienza por el afecto o afecciones (pazémata) de la sensibilidad. Es aquello que se inscribe como gramma —de ahí la gramática, y ya es fenómeno constatado por Platón—, sobre las cuales actúa la facultad intelectiva determinando, por necesidad interna del pensamiento, la proposición lógica señalada. El afecto así entendido es la moción sensible —los sentidos impresionados por algo real— y perceptiva que mueve al entendimiento a tales operaciones. Y la mente actúa espontáneamente produciendo formas propias de intelección y comprensión de la realidad así presentada. La neurología actual explica estos procesos a partir de impulsos electromagnéticos de las células en los campos sinápticos. La ciencia ya ha conseguido controlar muchos de ellos y computarlos. Ha llegado al punto de descubrir que las unidades de corriente neurológica pueden proyectarse en los circuitos neurotransmisores. Estas unidades tienen la capacidad de incidir en la conducta nerviosa corrigiendo defectos como la afasia o la parálisis parcial de miembros. Tales impulsos siguen siendo fenómenos o grammas, es decir, unidades neurológicas cuya impresión fluye correlacionada de algún modo con el proceso mental ahí emergente.

El proceso indicado nos revela también que en esa unidad está influyendo, afectándola de modo singular, la situación o medio en que se produce. Resulta lógico, pues lo procesado de la realidad es el entorno de aquella actualidad antes señalada del conocimiento. El campo de realidad se extiende al alcance intencional e intuitivo de la capacidad cognoscitiva de la razón humana. En ella está comprendido el conjunto de operaciones sensibles, perceptivas, conceptuales y significantes. Cuanto más alcance el entendimiento de la realidad concebida significativamente, más comprenderemos de ella.

El conocimiento significante

Las mociones afectivas se dan, por tanto, en el medio o situación de conocimiento significante. Cabe concluir entonces que los modos intencionales y los actos significativos guardan alguna relación inherente con y en el acto que concibe significando. El significado obtenido de la realidad así presentada a quien conoce —el sujeto cognoscente— nos permite entonces indagar la constitución, forma y clase, tipo, de tal realidad, su ser específico. Nos introducimos en el sentido que adquiere respecto de otros significados y formas. Significado y sentido son en ese instante aplicaciones dialógicas del hombre con la realidad. La aplicación es otro concepto básico de la hermenéutica y refiere aquel diálogo latente, y específico, la comunicación de la mente con la realidad en y según la situación, entorno existencial, contexto, etc.

Cualquier determinación práctica que obtengamos resulta de ese proceso. La pragmática la entendemos, por tanto, como la aplicación dialógica, interpretativa, que la mente humana procesa conociendo. El pragma acontece en un área cognoscitiva como despliegue de sus componentes. No es algo ajeno al conocimiento y al pensamiento lingüístico ahí constituido. Volveremos sobre este aspecto al determinar el horizonte de integración textual.

Evidentemente, tal proceso implica una sospecha, al menos, de que algo se configura. Hay una intuición de que aquello dado en la moción sensible es algo válido para nuestro entendimiento de la realidad. De que la mente responde a una pregunta implícita: ¿qué es esto-aquí, eso-ahí? Y la pregunta le pertenece en propio, es decir, por naturaleza. Preguntamos por ser lo que somos y de tal modo.

 Texto, Mundo, Contexto:Intersticipos (Génesis Discursiva) de Antonio Domínguez Rey, Editorial UNED

Inquietud fenomenológica y la acción del pensamiento

En consecuencia, el proceso de conocimiento ya adelanta, anticipa —protenciones y expectativas fenomenológicas—, una inquietud ante lo que se presenta. Esta actitud está presente en los sentidos y se mueve por los cauces neurológicos induciendo flujos sinápticos que resultan mociones de las ideas. Ahora bien, aunque estas no se producen sin tales flujos, su forma y actividad no se reduce a ellos, sino que les otorgan significado y sentido. La botella conocida no está en la mente ni es solo el resultado de los flujos neurológicos en el cerebro. Este plus de realidad o, llamémoslo así, plusvalía existencial, semántica, a la que también pertenece el lenguaje, es propio, exclusivo del hombre.

Cabe decir, pues, que cuando el hombre pregunta qué es lo que lo induce a pensar y obtener significados según sentido de las cosas. Estas se presentan en él como sensaciones y ya tiene dentro de sí el correlato de tal qué. Nuestra actitud ante la realidad es temática. Tendemos a plantearnos tema o tesis de cuanto conocemos. La forma X → (R) se vuelve ↕ X ↔ (R): todo término, forma, palabra, concepto, proposición, es centro polirradiado de relación (R) real múltiple. Tematizamos porque somos parte de la realidad misma, cuya moción actúa dentro de nosotros inscrita en nuestro modo de conocimiento, como tema suyo.

La pragmática y el vínculo ontológico

Tal proceso vinculante es el fundamento de lo que se entiende por pragmática. Al ir del significado a la situación de las cosas u objetos que lo inducen en la mente, para determinar su sentido, ya estamos volviendo sobre la realidad que somos y actúa en nosotros mismos. Estamos vinculados con ella. Es el vínculo ontológico de correlación a priori del conocimiento. No hay, por tanto, salida del lenguaje hacia fuera para volver a él con un nuevo contenido. Tal salida es lenguaje en sí mismo.

La Poética de Aristóteles tiene por objeto estudiar la imitación (mimesis) de actos humanos. Más precisamente la acción que ejerce el hombre al realizarlos (1448a, 1) mediante el ritmo (cuerpo), el lenguaje (pensamiento-voz) y la melodía (música). El acto de imitar es la obra en sí, fábula, tragedia, comedia, las especies varias en que se divide al representar «hombres en acción». Aristóteles se mete dentro del acto, de la mente del poeta, actor o músico. De esta manera atiende a la acción que ejecutan (hacen) y desde la acción representativa que el pensamiento está siendo en ese instante. Dicho de otra manera, el acto que se realiza (hace) es el desarrollo de la potencia o acción mental del pensamiento centrada en caracteres y reglas de representación suya en orden a la unidad (integración, cohesión homogénea, etc.) de la obra así constituida. El autor se transforma en el personaje actuante o dicente, en acto (1448a, 23-24). Imita una acción que plasma la acción cognoscente.

La tragedia y el pensamiento en la poética

El ejemplo primordial seguido para caracterizar los principios fundamentales de la poética es el de la tragedia, que imita una acción de carácter elevado y completa (1449b, 24-25). No solo los hombres, sino sus acciones, la vida, pues el fin de esta es una cierta manera de obrar (actuar, proceder). Y no de ser (1450a, 18-19). Resulta evidente, no obstante, que el contenido, lo que se da en la acción realizada, por ejemplo la felicidad o el infortunio, está siendo un modo de ser actuando. Cuando le toca el turno al pensamiento y la locución al exponer las partes constitutivas de la tragedia, remite Aristóteles a la Retórica. Esto se debe a que se trata de las mociones anímicas (paze) de los personajes actuantes. Al pensamiento representado en la tragedia le corresponde todo lo que debe establecerse por el lenguaje. Y son sus partes los actos de demostrar. También de refutar, mover afecciones (pasiones) como la piedad, el temor, la cólera y todas las semejantes a estas, aumentándolas o reduciéndolas (1456a, 36-39).

En consecuencia, la mimesis representativa de la tragedia no es únicamente representación del pensamiento, sino el acto mismo de tal pensar (1455b, 1-10). Se imita al hombre actuante y en acción porque el pensamiento es acción y actuante por sí. El saber práctico de la poética revela la acción intelectual del pensamiento. El actor ejecuta el acto representando el pensamiento mismo. Se sigue entonces la lógica de la trama. De ahí que el saber práctico consista en ajustar la escena (el teatro) a la lógica de esa trama del pensamiento en acción. La razón no actúa sola, sino en la escena de la representación que es y efectúa la mente humana actuando en la vida.

Lenguaje y razón

Ese lenguaje es razón en sí y por sí. Hablar, expresar y declarar enunciados lógicos es obrar, realizar actos y acciones propias de la razón representada. El hombre es tal en cuanto habla y enuncia representando. El lenguaje se encuentra en la raíz misma del ser humano, su raíz (rhizoma) expresiva, existencial, lógica, interpretativa y comunicante. Aristóteles ha sacado todas las consecuencias a esta verdad primordial.

No solo eso. La palabra opera en la realidad humana. Sus actos tienen efectos reales, pues se insertan en el campo existencial, en la situación real. El mito platónico del Fedro, que insinúa la incapacidad de la escritura para representar el pensamiento frente a la voz presente. Lo dice en acto real del hablante, ya no tiene validez en Aristóteles. El significado es el mismo, así se plasme en grammas, fonemas o logoi, porque la moción real es del pensamiento, como hemos visto, en acto. El olvido de ese hecho, tan simple como decisivo, nos muestra, en conclusión, la paradoja de la separación de los tres órdenes que la pragmática pretendió anular.