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¿Contextualizamos? 20-3-2020

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    Para extraer las claves interpretativas de diferentes periodos literarios es preciso atender a la técnica creativa del autor. Habría que identificar los rasgos comunes en la primera lectura del texto. La práctica continua en el para el segundo ejercicio de la oposición de lengua y literatura es la mejor forma de enfocar la preparación: los textos son manifestaciones vivas de los diferentes periodos y épocas.

    El chiquillo subió con presteza. Abrióle la puerta una señora cuya cara podía dar motivo á controversias numismáticas, como la antigüedad de ciertas monedas que tienen borrada la inscripción, pues unas veces, mirada de perfil y á cierta luz, daban ganas de echarle los sesenta, y otras el observador entendido se contenía en la apreciación de los cuarenta y ocho ó los cincuenta bien conservaditos.

    Tenía las facciones menudas y graciosas, del tipo que llaman aniñado, la tez rosada todavía, la cabellera rubia cenicienta, de un color que parecía de alquimia, con cierta efusión extravagante de los mechones próximos á la frente. Veintitantos años antes de lo que aquí se refiere, un periodistín que escribía la cotización de las harinas y las revistas de sociedad, anunciaba de este modo la aparición de aquella dama en los salones del Gobernador de una provincia de tercera clase: «¿Quién es aquella figura arrancada de un cuadro del Beato Angélico, y que viene envuelta en nubes vaporosas y ataviada con el nimbo de oro de la iconografía del siglo XIV?»

    Las vaporosas nubes eran el vestidillo de gasa que la señora de Villaamil encargó á Madrid por aquellos días, y el áureo nimbo, el demonio me lleve si no era la efusión de la cabellera, que entonces debía de ser rubia, y por tanto cotizable á la par, literariamente, con el oro de Arabia. Cuatro ó cinco lustros después de estos éxitos de elegancia en aquella ciudad provinciana, cuyo nombre no hace al caso, doña Pura, que así se llamaba la dama, en el momento aquel de abrir la puerta á su nietecillo, llevaba peinador no muy limpio, zapatillas de fieltro no muy nuevas, y bata floja de tartán verde.

    —¡Ah!, eres tú, Luisín—le dijo.

    —Yo creí que era Ponce con los billetes del Real. ¡Y nos prometió venir á las dos! ¡Qué formalidades las de estos jóvenes del día!

    En este punto apareció otra señora muy parecida á la anterior en la corta estatura, en lo aniñado de las facciones y en la expresión enigmática de la edad. Vestía chaquetón degenerado, descendiente de un gabán de hombre, y un mandil largo de arpillera, prenda de cocina en todas partes. Era la hermana de doña Pura, y se llamaba Milagros. En el comedor, á donde fué Luis para dejar sus libros, estaba una joven cosiendo, pegada á la ventana para aprovechar la última luz del día, breve como día de 6 Febrero. También aquella hembra se parecía algo á las otras dos, salvo la diferencia de edad. Era Abelarda, hija de doña Pura, y tía de Luisito Cadalso.

    Algunos elementos en textos narrativos son inconfundibles. Eso sí, es preciso haber leído la obra o conocer su argumento esencial. La figura de Luisito Cadalso en Miau adquiere una transcendencia fundamental como reelaboración del concepto religioso de Dios. En este ejercicio, además, es importante identificar a los personajes más sobresalientes. Así se puede llegar con éxito a la obra.

    Junto a la justificación basada en los personajes tenemos que aportar otras ideas : elementos de narratología, lengua literaria, técnica narrativa, diálogo, mímesis con la realidad, etc… Debemos potenciar el análisis multidisciplinar de los rasgos a favor de una idea de contextualización única. Por otra parte, es muy recomendable centrarse en el estilo realista, más dinámico. Galdós nos ofrece el dinamismo estilístico de una prosa que materializa la discordancia del mensaje, es decir, el estilo se acomoda al máximo a la intencionalidad y el sentido el mensaje: secuencias más existencialistas reclaman un estilo más moroso y estático. Un estilo más moroso es mucho más adecuado para el periodo en el que predomina la contradicción psicológica de Ana, «La Regenta».

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