En esta famosa composición del autor destaquemos el sentimiento amoroso, en un ejercicio de alegoría continua que identifica al manso con la amada y al mayoral con el rico que le ha robado a la amante.
Suelta mi manso, mayoral extraño,
pues otro tienes de tu igual decoro,
deja la prenda que en el alma adoro,
perdida por tu bien y por mi daño.
Ponle su esquila de labrado estaño,
y no le engañen tus collares de oro,
toma en albricias este blanco toro,
que a las primeras hierbas cumple un año.
Si pides señas, tiene el vellocino
pardo, encrespado, y los ojuelos tiene
como durmiendo en regalado sueño.
Si piensas que no soy su dueño, Alcino,
suelta, y verásle si a mi choza viene,
que aun tienen sal las manos de su dueño.
La escuela literaria a la que pertenece y la obra lírica de Lope
Lope ofrece una abundante producción dentro de la escuela y tendencia de la lírica petrarquista del Barroco. Comparemos la sencillez expresiva y emocional de esta composición con el fragmento ya comentado en otra entrada de Las soledades gongorinas. de Esta composición pertenece a las Rimas (1602), que son un conjunto muy armónico de unos 200 sonetos, de tema diverso, donde predomina el amoroso y el laudatorio. No es ya, ni por su estilo ni por su forma de contar las cosas, un cancionero petrarquista. Las Rimas sacras (1614) es un libro muy unitario en cuanto al tema, donde cuenta su crisis religiosa principalmente en sonetos, a los que añade algunos poemas largos y otros muchos más breves y de arte menor. Lo característico de este libro es que, a pesar de su título, no es un libro externamente claro, sino hondamente religioso. Dos libros siguientes, La Filomena (1621), y La Circe (1624), tienen mucha menos unidad de tema y género. Podrían considerarse misceláneas o colectivos de poemas como sus subtítulos indican: «con otras diversas rimas, prosas y versos». Y «con otras rimas y prosas».