Nosotros siempre decimos que en nuestra materia de Lengua castellana y Literatura dos son las dimensiones que se dan cita y se encuentran: la forma y el contenido; substancia del contenido y substancia de la expresión como quería Hjelmslev. Una buena expresión oral se consigue tras infinidad de lecturas y una mente gramaticalmente estructurada, en concordancia con un pensamiento sólido y bien estructurado que adquiere corporeidad en el lenguaje.
Hay opositores que cuentan con una expresión escrita envidiable, pero que se encuentran limitados en la oralidad. ¿Y esto cómo se entiende? Si eres bueno/-a escribiendo, deberías serlo también hablando, transmitiendo. La realidad es que no hay una correlación entre ambas dimensiones.
Construir y emitir un mensaje oral normativo y elaborado
La estructura gramatical de nuestras mentes es fundamental a la hora de desarrollar y emitir enunciados complejos, adecuados y cohesionados. Antonio Briz nos dirá que hay fuerzas centrífugas que alejan el mensaje oral de la normatividad lingüística. Tendemos a divagar. Cuando hablamos, experimentamos la afluencia de ideas, el torbellino de pensamientos, que, en muchos casos, hay que separar, acotar y limitar. Estamos ante un proceso continuo de forma en formación que proyectamos en el acto de comunicación intersubjetiva.
¿Y cómo interviene este aspecto en la valoración de la defensa?
Los tribunales valoran una expresión oral fluida, correcta, normativa. Pero la normatividad lingüística tiene varios grados: no basta con comunicar, el qué se comunica, sino que también debemos cuidar, y mucho, el cómo lo comunicamos. De esta manera, cuando un opositor emite su primera secuencia elocutiva, enseguida detectamos su código, sus saberes, su competencia oral, su cultura, su fondo lingüístico, el grado de elaboración de sus mensajes, la complejidad y la altura de sus enunciados orales. Emitir el texto como si se estuviera escribiendo ofrece una imagen nítida del perfecto diálogo entre lengua y mente.
Todo el mundo puede transmitir información, pero no todo el mundo es capaz de hacerlo mediante mensajes complejos, bien estructurados desde el punto de vista sintáctico y léxico-semántico. La correcta elaboración de periodos lingüísticos amplios delata la madurez lingüística del emisor.
¿Por qué se nota tanto un discurso rígido, grabado, frente a otro más flexible?
Ciertos opositores aprenden el discurso de la PD y la unidad y se lo graban a fuego. Cantan ese discurso a la perfección porque lo han repasado infinitas veces. Desde el principio hasta el final de la defensa no se salen del guion del discurso memorístico. Reproducen palabra por palabra dicho discurso. Algo muy parecido a lo que sucede con las oposiciones a magistratura o notaría en las que los opositores “cantan” uno de los cientos de temas que previamente habían grabado a fuego.
Con nuestro discurso demostraremos un absoluto dominio de la programación y unidad didáctica. Nos servirá para hacer palpable nuestro profundo conocimiento del armazón de nuestras unidades y programación . Además, si nos preguntan, sabremos responder acertadamente, puesto que conocemos a la perfección sus interioridades y su sentido.
En nuestro caso, los tribunales valoran la espontaneidad y la naturalidad en el discurso de la defensa de las unidades y la programación. Es necesario grabar el discurso, sí, pero, a la hora de darle corporeidad, debemos hacerlo con naturalidad, espontaneidad y fluidez. Nunca debemos cantarlo o reproducirlo como grabadoras. Cualquiera puede memorizar 4 páginas de discurso, darle mil vueltas y, finalmente, expulsarlo. Eso se nota y, además, no está bien visto. Sobre todo cuando en el turno de debate no se responde bien a las cuestiones que se plantean. Hay que hacer creíble dicho discurso, demostrando un profundo conocimiento de todas las piezas del engranaje.
Memorizar el discurso sí, pero defenderlo con naturalidad y fluidez
La memoria conecta con el razonamiento. Ambas facultades no están opuestas, al contrario, se comunican e informan. Utilizamos una pluralidad de registros lingüísticos dependiendo de los contextos de emisión. Somos pluriestilistas. Pues bien, cuando nos encontremos ante el tribunal, tendremos que ser capaces de demostrar que hablamos bien pero no “ por año y vez” , de manera puntual o por emitir un discurso que habremos redactado con todo el cuidado y esmero y habremos repasado hasta la extenuación. Demostraremos que hablamos bien por verdadera conciencia de estilo, no como flor de un día, sino como capacidad firme y cuidada, que ha sido fraguada y cultivada a lo largo de muchos años.