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¿Contextualizamos?

    Comenzamos con la IV semana del CURSO II cargados de fuerza y ánimo con la mirada puesta en la consecución de nuevos objetivos y metas en el corto plazo. Hemos de seguir ampliando nuestra base de conocimientos y amplificando la intensidad del esfuerzo en aras de conseguir el nivel necesario que nos permitirá encarar los exámenes de las próximas oposiciones de 2023 con garantías de éxito.

    He aquí un nuevo texto que comentaremos en la próxima clase y en el que debemos detectar alusiones, tópicos, temas y hechos de estilo y exponerlos de manera sistematizada y ordenada, dentro de los planos temático, genérico, morfológico, sintáctico, léxico-semántico y lingüístico-filológico. El ejercicio, como siempre, nos ayudará a encuadrar el texto en su periodo literario y, más concretamente, dentro de su categoría literaria y genérica. Máxime cuando ya hemos desarrollado varios análisis de textos de temática y forma similares, que identificaréis enseguida. Repetimos: lo verdaderamente importante es aprender a situar el texto en su contexto, partiendo de una idea preconcebida que se sustenta en la base del conjunto de indicios nítidos y concretos que se desprenden del análisis temático, estructural y lingüístico del propio texto. Ya informamos en una entrada anterior de la importancia y efectividad de este planteamiento, extraído de nuestra experiencia de preparación de pasadas convocatorias.

    Si toviera tal razón para escrevirte como para quererte, sin miedo lo osara hazer; mas en saber que escrivo para ti se turba el seso y se pierde el sentido, y desta causa antes que lo començase tove conmigo grand confusión; mi fe dezía que osase; tu grandeza que temiese; en lo uno hallava esperança y por lo otro desesperava, y en el cabo acordé esto; mas, guay de mí, que comencé tenprano a dolerme y tarde a quexarme, porque a tal tienpo soy venido, que si alguna merced te meresçiese, no hay en mí cosa biva para sentilla, sino sola mi fe; el coraçón está sin fuerça, y el alma sin poder, y el juizio sin memoria; pero si tanta merced quisieses hazerme que a estas razones te pluguiese responder, la fe con tal bien podrié bastar para restituir las otras partes que destruíste.

    Yo me culpo porque te pido galardón sin haverte hecho servicio, aunque si recibes en cuenta del servir el penar, por mucho que me pagues sienpre pensaré que me quedas en deuda. Podrás dezir que cómo pensé escrevirte; no te maravilles, que tu hermosura causó el afición, y el afición el deseo, y el deseo la pena, y la pena el atrevimiento; y si porque lo hize te pareciere que merezco muerte, mándamela dar, que muy mejor es morir por tu causa que bevir sin tu esperança; y hablándote verdad, la muerte, sin que tú me la dieses yo mismo me la daría, por hallar en ella la libertad que en la vida busco, si tú no hovieses de quedar infamada por matadora; pues malaventurado fuese el remedio que a mí librase de pena y a ti te causase culpa. Por quitar tales inconvenientes, te suplico que hagas tu carta galardón de mis males, que aunque no me mate por lo que a ti toca, no podré bevir por lo que yo sufro, y todavía quedarás condenada. Si algund bien quisieres hazerme, no lo tardes; si no, podrá ser que tengas tienpo de arrepentirte y no lugar de remediarme.

    La novela sentimental de Diego de San Pedro: Cárcel de amor (1492)

    En el fragmento ofrecido apreciamos rasgos inequívocos que nos guían en la interpretación genérica y literaria. Según Lapesa (La trayectoria poética de Garcilaso, Madrid, Editorial Gredos, 1985) el martire amoroso atraviesa un estado anímico fluctuante: de la esperanza a la desesperación, del amor al odio… Esta oscilación caracteriza el estado de inquietud y nerviosismo del referente amoroso.

    Otro de los rasgos señeros e inequívocos es el de la alusión al “galardón”, motivo muy típico de la poesía de Cancionero, que viene de la tradición y escuela del amor cortés. Ese “inmérito corazón” se siente digno por padecer el desdén de la amada, tema que veremos recreado en La Celestina (1501).

    2 comentarios en «¿Contextualizamos?»

    1. Desde el punto de vista temático, varios son los referentes que apuntan al tronco provenzal y la ramificación representada por el «fin’amor» o amor cortés. Básico es que la relación que une al amador suplicante («pregador») y el objeto de su deseo se establece en términos de vasallaje feudal: «servicio». La dama aparece definida en términos de «grandeza» y «hermosura», tal es su superioridad, espiritual y física. En este sentido, y según la lógica cancioneril, la dama raras veces aparecerá descrita: el inmanentismo de su supremacía prevalece. Bien sabemos que, impulsado por la filosofía neoplatónica y su búsqueda de correspondencias entre el mundo terrenal y el divino, el Renacimiento español, y Garcilaso es maestro en ello, se dirigirá a la descripción física de la dama. Este texto pone de manifiesto la cierta distancia entre ambas estéticas.

      Términos inconfundibles el amor cortés son, asimismo, el «galardón» que reclama el amante y la «libertad» que proporciona la muerte, tal es el sufrimiento que provoca el amor. Del mismo modo, sabemos que el ideal cortesano se nutrirá de imágenes feudales y religiosas para establecer dicho amor, no siendo extraño que el presente texto aluda al motivo de la «fe».

      Ahora bien, no estamos ante una composición lírica. La poesía cancioneril, que abordará en demasía el tema amoroso planteado desde la lógica cortesana, es propia del siglo XV y, en el ámbito prosístico, es la literatura ficcional, caballeresca y sentimental, la que recoge el testigo poético. Aquí nos encaminamos hacia el segundo tipo genérico por la ausencia de referentes caballerescos.

      Además, apreciamos dos rasgos que serán propios de las mejores novelas de este género: el establecimiento amoroso de manera dialéctica (género epistolar) y el desarrollo autobiográfico (primera persona).

      Por otro lado, observamos un gran estatismo y una excesiva ampulosidad, redundancia, que lleva a sus últimas consecuencias la herencia retórica de la «amplificatio», tan útil para el «docere et delectare» medieval. Pongamos por ejemplo «que tu hermosura causó el afición, y el afición el deseo, y el deseo la pena, y la pena el atrevimiento». En esta voluntad discursiva es patente el influjo latino que ya desde el siglo XV, con la penetración del humanismo, se percibe en nuestras letras. Igualmente, Lapesa dirá que, en este intento de acercarse a los antiguos (Mena llama a la «Ilíada» «sancta et seráphica obra»), se cometen fallos en las reglas de derivación, todavía no fijadas en su totalidad: «infamada».

      Pensamos, en conclusión, que nos encontramos ante una composición perteneciente al género de la novela sentimental, que arranca desde mediados del siglo XV con «Siervo libre de amor» y llegará hasta la primera mitad del siglo XVI. Sin duda es este un período de transición y así lo refleja, también, la lengua literaria. No hay rastro de la «f-» inicial latina («hermosura»), pero seguimos observando distintas grafías en el orden africado dentoalveolar sordo («començase», «comencé»), así como vacilación en el fricativo prepalatal («quexarme»: YOD 4ª /ks/ con inflexión de la vocal precedente < LAXARE). Tampoco se han adaptado, aún, al patrón culto los verbos terminados en "-ir" en los que no vencerá la disimilación /e…í/ ("bevir", "escrevirte", si bien "escrivo"). Estos procesos se fijarán a partir del Siglo de Oro.

    2. Nos encontramos ante un texto en prosa en el que nos llaman la atención varios aspectos, en torno a los cuales vamos a acometer su contextualización.
      En primer lugar, el lirismo del fragmento resulta llamativo, ya que no estamos ante un texto poético. El formato epistolar y el tema, nos dan algunas pistas para ubicarlo. Volveremos sobre ellas más adelante.
      El análisis de los rasgos lingüísticos nos daría una idea de cierta “modernidad” dentro de la época que nos encontramos estudiando.
      Por un lado, la sintaxis pese a ser muy elaborada y ampulosa, con paralelismos, polisíndeton, bimembraciones, antítesis y demás recursos, resulta más natural y acomodada a la ordenación propia de nuestro idioma. En este sentido, encontramos un avance respecto a los excesos latinizantes que hallamos en autores del siglo XV como Mena o Santillana, que emulan en sus composiciones la sintaxis clasicista, llena de hipérbatos que complican en exceso la comprensión.
      Asimismo, no hay restos de f- inicial, con lo que podemos hablar de una fecha posterior a 1501, momento en que desaparecen los restos de dicha grafía en literatura (la desaparición en el habla cotidiana se documenta mucho antes). Esta hipótesis se vería respaldada por el hecho de que la presencia de la conjunción “y”, así como del adverbio “no” son exclusivas, lo que nos confirmaría la datación del texto ya en el siglo XVI.
      En cuanto a la forma “podríe”, indicaría una datación anterior, aunque según Ariza, todavía se encuentra algún resto de esta forma en el SXVI.
      En “sentilla” por “sentirla”, encontramos una asimilación de los sonidos líquidos entre el pronombre y el infinitivo, habitual hasta el SXVII en poesía.
      Persisten numerosas vacilaciones en las vocales átonas de los verbos (escrevirte vs escrivo) pero sabemos que se mantienen en castellano también hasta el siglo de oro. En el resto del léxico nos encontramos ante una lengua ya plenamente evolucionada, con las vacilaciones consonánticas habituales ya que no quedarán fijadas en nuestra lengua hasta la Ortografía de 1726.
      Tanto el tema como la forma del texto, vendrían a confirmar estas impresiones.
      El formato epistolar y la temática amorosa exclusiva, nos hacen pensar que nos encontramos ante una obra ubicada dentro de la ficción sentimental, que se inicia hacia mediados de SXV con la aparición de Siervo libre de amor de Rodríguez Padrón, al que también debemos una traducción de las Heroidas de Ovidio, obra de la que se tomará la epístola como modelo.
      Observamos un retorcimiento del sentimiento amoroso, un profundo dolor, que nos recuerda a las convenciones del amor cortés, siempre imposible, que hiere y encadena al enamorado, siervo y vasallo de la dama, a la que se pide un galardón en este caso en forma de carta, la muerte por amor, la cadena amorosa… Todos estos motivos están presentes en el texto, y junto con lo complicado y conceptual de la petición que hace el enamorado, el juego de opuestos, las antítesis… nos recuerdan a la poesía de cancionero, que será otra de las influencias clave que hallamos en este tipo de obras, que muchas veces incluirán composiciones cancioneriles. Recordemos que se trata de obras muy heterogéneas formalmente, llenas de experimentación en cuanto a formatos por parte de sus autores.
      Para terminar, el hecho de que la prosa del texto resulte más natural y alejada de la latinización extrema previa, me hace pensar que podría tratarse de un fragmento de Cárcel de amor, de Diego San Pedro, obra cumbre de este tipo de ficción sentimental, compuesta hacia 1490, que alcanzó un gran éxito y difusión en la época.

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