Ofrecemos un nuevo texto que nos debe ayudar a desarrollar de la mejor manera posible la preparación del ejercicio de identificación literaria. Nos abrimos rumbo a través de los intrincados cauces de la literatura con una propuesta textual que nos informa de un cambio de dirección en la mentalidad, en la cultura y el pensamiento.
Avanzamos a velocidad de crucero a través de los mares de la literatura, sin prisa pero sin pausa. Insistimos en la importancia de este ejercicio y su relevancia teórico-práctica en las oposiciones (temas y práctico). Ya sabéis que la lectura y análisis de textos vivos de diferentes épocas es uno de los elementos más relevantes de la preparación.
Como ya os comenté en la clase pasada, estoy constatando un mayor número de entregas en las TAREAS DEL CURSO II. Ya dejé indicada en otra entrada la importancia de este trabajo. La realización de tareas es una de las premisas para alcanzar el ritmo que exige la preparación.
ANTONIO.- No quiero responderte, por no darte ocasiones de lisongearme, sino quiero mostrarte lo que eres venido a ver. Mira este valle cuán deleitable paresce, mira esos prados floridos y estas aguas claras que por medio corren; verás esas arboledas llenas de ruiseñores y otras aves que con su vuelo entre las ramas y su canto nos deleitan, y entenderás por qué suelo venir a este lugar tantas vezes.
AURELIO.- Hermoso lugar es éste, y digno de ser visto, pero yo sospecho, Antonio, que otra cosa buscas tú o gozas en este lugar, porque según tú eres sabio y de más altos pensamientos bien sé que esas cosas sensuales ni las amas ni las procuras; por eso yo te ruego no me encubras las causas de tu venida.
ANTONIO.- Pues así lo quieres, sabe que en estos valles mora una que yo muncho amo.
AURELIO.- Agora veo, Antonio, que has gana de burlarme. Dime, yo te ruego, ¿qué tienen que hazer los amores con tu gravedad, o las vanidades con tu sabiduría?
ANTONIO.- Verdaderamente, Aurelio, así es como te digo, que en aqueste valle mora una sin la cual yo por la vida me daría poco.
AURELIO.- Grande deve ser su bondad y hermosura pues a ti, que menosprecias el mundo y sus deleites, te trae tan enamorado, con cobdicia de verla o alcançarla. Dime al menos su nombre, si por celos no me la quieres mostrar.
ANTONIO.- Soledad se llama.
AURELIO.- Yo bien sabía, Antonio, que algún misterio tenían tus amores. Ésa tiene otros munchos amadores, como sabes, y pues es así, yo te ruego que me declares cuál es la causa, a tu parescer, por que los hombres aman la soledad y tanto más cuanto son más sabios.
ANTONIO.- Porque cuando a ella venimos alterados de las conversaciones de los hombres donde nos encendimos en vanas voluntades, o perdimos el tino de la razón, ella nos sosiega el pecho y nos abre las puertas de la sabiduría para que, sanando el ánimo de las heridas que rescibe en la guerra que entre las contiendas de los hombres trae, pueda tomar entero a la batalla. Ninguno ay que biva bien en compañía de los otros hombres si munchas vezes no está solo a contemplar qué hará acompañado; porque como los artífices piensan primero sus obras que pongan las manos en ellas, así los sabios antes que obren han de pensar primero qué hechos han de hazer, y cuál razón han de seguir. Y si esto consideras, verás que la soledad es tan amable, que devemos ir a buscarla doquiera que la podamos hallar.
AURELIO.- Bien veo, Antonio, que ay esos provechos que dizes de la soledad, pero yo tengo creído que otra causa mayor ay.
ANTONIO.- ¿Qué causa puede aver mayor?
AURELIO.- El aborrescimiento que cada hombre tiene al género humano por el cual somos inclinados a apartarnos unos de otros.
ANTONIO.- ¿Tan aborrescibles te parescen los hombres que aun ellos mismos por huir de sí busquen la soledad?
AURELIO.- Parésceme tanto, que cada vez que me acuerdo que soy hombre querría o no aver sido, o no tener sentimiento dello.
Los rasgos que dejamos apuntados en la pasada clase se refirieron al género, la lengua literaria, la concepción del mundo y la naturaleza, el significado del amor, la corriente estoicista, etc.
Pablo ha apuntado algunos de los rasgos más señeros para la identificación contextual. La compañera Mónica cita Diálogo sobre la dignidad del hombre ( antes de 1531) de Hernán Pérez de Oliva, humanista, filósofo, traductor de obras clásicas y gran estudioso de la lengua. Se trata de una de las obras más importantes y completas. Fue la primera obra de este tipo escrita en lengua vulgar (castellano) y subtiende la más completa selección de los argumentos esgrimidos por la tradición cultural en forma dialéctica, género que permitía enfrentar pensamientos opuestos.
Al trabajar este texto, lo primero que llama la atención es que su composición es puramente dialógica. Por ello, inmediatamente, nuestro conocimiento enciclopédico nos sitúa en un primer estadio hipotético: el diálogo, como género literario, fue cultivado en la Antigüedad grecolatina y revitalizado por el Renacimiento literario.
El fragmento es introducido por el tópico del «locus amoenus», cuyo ideal de armonía natural podría estar en consonancia con el ideal estético de equilibrio promulgado por la corriente renacentistas. Este motivo, sin embargo, dada su aparición reiterada a lo largo de la historia de la literatura, no es condición «sine qua non» para confirmar la adscripción de este texto. Haría falta, pues, confirmar la hipótesis con los referentes temáticos y textuales extraídos.
En este sentido, la configuración caracterológica que Aurelio ofrece de Antonio nos informa de que este es un hombre grave y sabio que no procura los placeres «sensuales». Por su parte, el propio Antonio, en su intervención más larga, subraya la importancia de la soledad y la distancia para que el hombre halle el camino de la «razón» y se guíe orientado por ella. Es decir, ahora sí nos hemos topado con uno de los mayores referentes ideológicos del Renacimiento, como también lo es el ideal renacentista del noble cortesano como hombre de armas y de letras, idea desligada del parlamento de Antonio, aunque de un modo ciertamente figurado, cuando une los conceptos de «razón», «sabiduría», «guerra» y «batalla».
Partiendo de aquí, podríamos interpretar que, cuando Aurelio cierra el texto afirmando no querer ser o sentirse hombre, ser humano, estaría, en realidad, sirviendo de contrapunto a un pensamiento totalmente opuesto de Antonio. Recordemos la concepción divina del hombre por el Renacimiento y su lugar central.
En el plano estrictamente lingüístico-filológico, la conjunción «y» y la ausencia de «f-» inicial latina nos invitan a pensar en un período posterior al siglo XV. En cambio, la persistencia del uso de «ser» como auxiliar («eres venido a ver») y de «haber» transitivo («has gana»), en decadencia en el siglo XVI, limitan la proyección temporal y fijan el texto, probablemente, entre aquellos que conforman un primer desarrollo literario del Renacimiento.
Al ver el diálogo y al aparecer los personajes Aurelio y Antonio me hacen proyectar el texto en relación con El diálogo sobre la dignidad del hombre de Pérez de Oliva , esta obra pone de relieve la nueva condición del hombre sobre la tierra . Intertextualmente podemos intentar relacionarla con otras obras dialogadas como son : El cortesano , El sueño de Escipión, Diialogo de lengua o Diálogo de amor. Además como bien sabemos el diálogo es el género principal del humanismo renacentista dicho esto aunque no sepamos la obra en concreto podemos intentar ajustarnos a la posible fecha de composición.