Os dejo una nueva composición para que observéis el tratamiento del mito de cara a futuras composiciones en el seno del ejercicio práctico de la oposición de lengua y literatura. Es bastante revelador de la actitud de ciertos poetas barrocos ante ellos:
[...]
Esparcidos imagina
por el fragoso arcabuco
(ebúrneos diré, o divinos?
Divinos digo y ebúrneos.)
los bellos miembros de Tisbe;
y aquí otra vez se traspuso,
fatigando a Praxiteles
sobre copiallo de estuco.
La Parca, en esto, las manos
en la rueca y en el huso,
como dicen, y los ojos
en el vital estatuto,
inexorable sonó
la dura tijera, a cuyo
mortal son Píramo, vuelto
del parasismo profundo,
el acero que Vulcano
templó en venenosos zumos,
eficazmente mortales
y mágicamente infusos,
valeroso desnudó
y no como el otro Mucio
asó entrépido la mano,
sino el asador tradujo
por el pecho a las espaldas.
¡O tantas veces insulso
cuantas vueltas a tu hierro
los siglos dieren futuros!
¿Tan mal te olía la vida?
¡Oh bien hi de puta, puto,
el que sobre tu cabeza
pusiera un cuerno de juro![..]
Contextualización lingüístico-literaria
Uno de los ejercicios asociados a este análisis es el de profundizar en ciertos mitos recurrentes. Señalas, Virginia, varios puntos interesantes: el tratamiento burlesco del mito, el sarcasmo, la reelaboración estética y la ruptura del equilibrio. Sucede algo parecido en la «Fábula de Hero y Leandro» La estrofa, típicamente castellana, se emplea en este caso en una temática que no le es nada típica.
El texto es una secuencia de la famosa Fábula de Píramo y Tisbe . En ella, Góngora demuestra, una vez más, su maestría artística y la singularidad de su arte. Para entender el Mito podemos consultar el Diccionario de la mitología griega y romana, 2005. Sobre este mito nos dice que se trata de una leyenda de origen babilónico, prototipo de muchas historias articuladas en torno a un amor poderoso que consigue vencer obstáculos. Llega a nosotros a través de La Metamorfosis de Ovidio.
Sintéticamente se trata de una historia trágica en la que ambos amantes se citan cerca de una tumba a las afueras de la ciudad. La primera en llegar es Tisbe, que tuvo que correr para refugiarse del ataque de una leona. En su huida pierde el velo que la leona devora con sus fauces manchadas de sangre. Un poco más tarde acude Píramo y, al ver el velo roto y ensangrentado, piensa que su amada ha caído en las fauces del animal que le hace coger su espada y atravesarse con ella. Tisbe regresa. Al encontrarlo muerto se suicida sobre el cuerpo de Píramo. Góngora se convierte así en uno de los mejores, si no el mejor maestro de la nueva estética barroca. Una estética que refunde las fuentes del mito y las transforma magistralmente. Este mito Inspirará historias de tanta importancia y gran recepción como Romeo y Julieta.
Se trata de un poema que retoma formas de la España del medievo, el octosílabo, y que será muy utilizado a partir del Barroco y a lo largo de toda la historia de la literatura. La longitud del mismo ayuda a expandir la imaginación y a dejarse lleva por descripciones e historias, como en este caso, en el que el poeta, Góngora, recrea la fábula de Píramo y Tisbe, no sin dejar su huella burlona y socarrona típica del Barroco: «fragoso arcabuco (ebúrneos diré, o divinos? Divinos digo y ebúrneos» o «el acero que Vulcano templó en venenosos zumos». Pero no solo el Cordobés, sino sus contemporáneos, harán referencia a los mitos de la Antigüedad clásica. en el poema vemos cómo se les da a los personajes un barniz irónico y sarcástico, llegando a ser macabro en ocasiones: «los bellos miembros de Tisbe» y utilizando sin pudor alguno un léxico propio del hampa, de golfos, canallas y golfos.