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Inconfundibles alusiones las de esta nueva composición. En ocasiones, se han presentado poetas sociales en las pruebas de oposición de Lengua y Literatura . Observemos que el canto llega a un momento de tensión y exaltación que alcanza la imprecación. Reconocemos la voz de un poeta social cual es Eugenio de Nora en la forma singular de proyectar la queja y la imprecación hacia la poesía sin compromiso. Comparemos el tono sereno, intimista, la queja apagada… de la composición de Panero, tratada en otra entrada, con el tono imprecatorio, rayano en la descalificación y el insulto de la presente composición. He aquí un punto de alejamiento de la tradición de los poetas de Escorial, poetas con un fuerte sentimiento patriótico, que, al albur de sus simpatías por el Régimen , se volcaron en un discurso grandilocuente y exaltador de los tradicionales valores patrios.
«POESÍA CONTEMPORÁNEA» Medito a veces en la triste materia de mi canto. Bien sé que hay muchos, soñadores, (como yo rodeados de desgracia y caminos) por entre nubes blancas, con sus ángeles abanicando tímidas alas prerrafaelistas, lejos; que quizá en el estío cultivan la nostalgia de la lira imposible, decoran las palabras, sumisas como rombos de plaza pobre en farolillos de verbena y papel colorín colorado… Oh Dios, cómo desamo, cómo escupo y desprecio a esos cobardes, envenenadores, vendedores de sueños, mientras ponen sedas sobre la lepra, ilusión sobre engaños, iris donde no hay más que secas piedras. Esclavos, menos aún, bufones esclavos. Malditos una y siete veces, en nombre de la vida, aunque juren que aumentan la belleza del mundo; en verdad, la belleza del mundo no precisa ser aumentada ni disminuida con sus telas. Lo que necesitamos es una luz, es un desnudo brazo que señale las cosas. La poesía es eso: gesto, mirada, abrazo de amor a la verdad profunda. Ay, ay, lo que yo canto miradlo en torno y despertad: alerta. Ahí están, reunidos en sociedad devoratoria y número. (Llamar bestia asesina al que, como el pesado elefante del sátrapa hunde la pata hasta estrujar el rostro que niega; ladrón vil al emplumado grajo de cadáveres; canalla al miserable… acaso sepa a música derrotada, a lamento débil. A lo que no queremos.) Pero nombrar no es sueño. No sigáis las palabras. Contra ellos yo canto hombres que tienen las titánicas caras talladas como a látigo: sonríen al dolor, pero miran al sol, y aprietan los firmes dientes. Y ya acabo. (Esto no es un poema; son palabras apretadas también, con saña.) Adiós. Es tiempo de no plantar rosales. ¡Acordaos!