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La importancia de conocer lo temático: los topos y símbolos
He aquí un nuevo texto de cara al ejercicio de contextualización en los ejercicios prácticos de las oposiciones de lengua y literatura. Como siempre os digo, en la preparación de la parte de literatura de la oposición, es conveniente ejercitarse en la identificación de textos (la literatura se estudia a través de los textos, que no son sino manifestaciones vivas de la época literaria) en la preparación del ejercicio práctico de la oposición de lengua y literatura.
En este caso es conveniente atender a la importancia de los topos presentes y al tratamiento que se le da al símbolo. Para su enfoque adecuado, podéis repasar todo lo concerniente al jardín , dentro de las bases humanísticas. ¿Sabríais con qué texto se relaciona en el apartado de intertextualidad?
Pura, encendida rosa,
émula de la llama
que sale con el día,
¿cómo naces tan llena de alegría
si sabes que la edad que te da el cielo
es apenas un breve y veloz vuelo?
Y no valdrán las puntas de tu rama,
ni tu púrpura hermosa
a detener un punto
la ejecución del hado presurosa.
El mismo cerco alado,
que estoy viendo riente,
ya temo amortiguado,
presto despojo de la llama ardiente.
Para las hojas de tu crespo seno
te dio Amor de sus alas blandas plumas,
y oro en su cabello dio a tu frente.
¡Oh fiel imagen suya peregrina!
Bañóte en su color sangre divina
de la deidad que dieron las espumas;
¿y esto, purpúrea flor, y esto no pudo
hacer menos violento el rayo agudo?
Róbate en una hora,
róbate silencioso su ardimiento
el color y el aliento;
tiendes aún no las alas abrasadas
y ya vuelan al suelo desmayadas.
Tan cerca, tan unida
está al morir tu vida,
que dudo si en sus lágrimas la Aurora
mustia, tu nacimiento o muerte llora.
Entrenamiento lingüístico-literario
Todas las observaciones que planteas, Virginia, son bastante acertadas. El «tempus fugit», la caducidad de la vida humana, la hermosura como manifestación efímera de lo humano y la inminencia del final.
Este poema pertenece a Francisco de Rioja (1583-1659). Se trata de un poeta del siglo XVII que, junto a Bartolomé Leonardo de Argensola o Bernardo de Balbuena, por citar algunos ejemplos, quedarán ensombrecidos por las deslumbrantes creaciones de los poetas que pugnaban dentro la mejor Escuela poética barroca. Estamos hablando de Lope, Góngora y Quevedo. Estos poetas adoptan una perspectiva desengañada y pesimista imbuida de estoicismo y aluden al carácter engañoso de la realidad, de la fugacidad de la vida (la rosa) y a la omnipotencia de la muerte. Se revaloriza la imagen del jardín como pequeño universo sujeto a las leyes del tiempo.
Fuentes literarias gongorinas
Comentábamos esta temática en otra entrada en la que el tratamiento era similar.
El poema con el que comparte fuertes similitudes es el de Góngora, » A una rosa». En este bello poema se sintetizan varios temas pertenecientes a la tradición literaria del siglo XVII, temas muy utilizados por las Academias poéticas en los torneos literarios en los que se competía por lograr el soneto más deslumbrante: el universo del jardín, la naturaleza, el poder igualatorio de la muerte y la fugacidad del tiempo, fundamentalmente.
A UNA ROSA Ayer naciste y morirás mañana. Para tan breve ser, ¿quién te dio vida? ¿Para vivir tan poco estás lucida, y para no ser nada estás lozana? Si te engañó su hermosura vana, bien presto la verás desvanecida, porque en tu hermosura está escondida la ocasión de morir muerte temprana. Cuando te corte la robusta mano, ley de la agricultura permitida, grosero aliento acabará tu suerte. No salgas, que te aguarda algún tirano; dilata tu nacer para tu vida, que anticipas tu ser para tu muerte.
Comienzan los dos primeros versos con símbolos típicos del Barroco: la rosa y la llama. Ambas imágenes con elementos de la naturaleza relacionados con la transformación, con el cambio. Está presente la locución del «tempus fugit»: «¿cómo naces tan llena de alegría si sabes que la edad que te da el cielos apenas un breve y veloz vuelo?» y así se va conformando a lo largo de la silva un ambiente de fugacidad del tiempo, de caducidad de la naturaleza que es efímera. La naturaleza, personalizada («Para las hojas de tu crespo seno te dio Amor de sus alas blandas plumas, y oro en su cabello dio a tu frente.), se muestra sensual, llena de belleza terrenal. Pero es una belleza que engaña, pues tras enseñar su belleza, va a perecer esta misma noche. El final: «Tan cerca, tan unida está al morir tu vida,» me ha recordado al pensamiento que Quevedo que se sintetiza en que vivimos muriendo o que al nacer empezamos a morir.