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He aquí un nuevo texto para nuestro ejercicio constante y cotidiano. Repárese en el aspecto narrativo del personaje y su caracterización en el contexto literario en el que se sitúa.
¡Para hacer bien por el alma
del que van a ajusticiar!
I
Reclinado sobre el suelo
con lenta amarga agonía,
pensando en el triste día
que pronto amanecerá;
en silencio gime el reo
y el fatal momento espera
en que el sol por vez postrera
en su frente lucirá.
Un altar y un crucifijo
y la enlutada capilla,
lánguida vela amarilla
tiñe en su luz funeral,
y junto al mísero reo,
medio encubierto el semblante
se oye al fraile agonizante
en son confuso rezar.
El rostro levanta el triste
y alza los ojos al cielo,
tal vez eleva en su duelo
la súplica de piedad.
¡Una lágrima! ¿es acaso
de temor o de amargura?
¡Ay! a aumentar su tristura
¡ Vino un recuerdo quizá!
Es un joven, y la vida
llena de sueños de oro,
pasó ya, cuando aún el lloro
de la niñez no enjugó
el recuerdo es de la infancia,
¡y su madre que le llora,
para morir así ahora
con tanto amor le crió!
Y a par que sin esperanza
ve ya la muerte en acecho,
su corazón en su pecho
siente con fuerza latir;
al tiempo que mira al fraile
que en paz ya duerme a su lado,
y que, ya viejo y postrado
le habrá de sobrevivir.
¿Mas qué rumor a deshora
rompe el silencio? Resuena
una alegre cantilena
y una guitarra a la par,
y de gritos y botellas
que se chocan el sonido,
y el amoroso estallido
de los besos y el danzar.
Y también pronto en son triste
lúgubre voz sonará:
¡Para hacer bien por el alma
del que van a ajusticiar!
Y la voz de los borrachos,
y sus brindis, sus quimeras,
y el cantar de las rameras,
y el desorden bacanal
en la lúgubre capilla
penetran, y carcajadas,
cual de lejos arrojadas
de la mansión infernal.
Y también pronto en son triste
lúgubre voz sonará:
¡Para hacer bien por el alma
del que van a ajusticiar!
¡Maldición! al eco infausto,
el sentenciado maldijo
la madre que como a hijo
a sus pechos le crió;
y maldijo el mundo todo,
maldijo su suerte impía,
maldijo el aciago día
y la hora en que nació.
Contextualización lingüístico-literaria
En este fragmento del famoso poema «El reo de muerte» Espronceda expresa la protesta de dos hombres que la práctica de la pena de muerte pone un día en presencia uno de otro. No introduce ningún elemento anecdótico, conservando así en sus personajes un carácter arquetípico; no nos informa de sus antecedentes o rasgos personales, porque es innecesario: su propósito es plantear al más alto nivel los problemas, que afectan a estos hombres. Ambos son seres rechazados por la sociedad: el reo, porque el código moral de ésta prescribe su eliminación física: el segundo, porque su oficio le convierte en un ser maldito.
Entrenamiento en el bloque literario
Debemos conocer la literatura del Romanticismo para poder hablar de los personajes predilectos de los autores románticos. Alborg (Historia de la literatura española (Romanticismo), Madrid, Gredos) identifica el personaje del reo como un personaje que encarna la verdadera aspiración del espíritu romántico atormentado, pues proyecta, de alguna manera, su suprema aspiración: la redención por vía de la destrucción existencial.
Esta actitud dimana del espíritu de hastío y desencanto. Las fuentes literarias del Barroco informan de un pesimismo exacerbado, así como de un singular malestar definidor de los rasgos de Escuela y que anticipará las corrientes existencialistas de inicios del siglo XX.
La imaginería romántica y la técnica lingüística
Lo primero que se mienta en esta composición es el “alma”, por la que intentan hacer bien liberándola de la pesadumbre del pecado, representado en el cuerpo del que la liberan. Ese estribillo funciona a la manera del salmo que rodea la idea trágica de la muerte del reo, sobre el que ha caído el peso de la justicia. Por eso abunda la isotopía de la verticalidad, de lo que se aploma: “reclinado sobre el suelo”. La lentitud de la agonía ensalza su expresividad: se encuentra en sus últimos momentos, “pensando en el triste día/ que pronto amanecerá”. El fatal momento se acerca, rodeado de una imaginería sacrosanta: “el altar y el crucifijo” o la “enlutada capilla”. Estos elementos funéreos nos remiten a la idea de muerte, pero también de sacrificio (sobre todo la cruz). El reo simboliza, al fin, la expiación de las culpas del pecado mortal. Desconocemos cuál ha sido su delito. Solo podemos apreciar el foco de luz que lo alumbra, como un Cristo sacrificado.